domingo, 8 de enero de 2012

BALANCE Y RESACA DE UNAS FIESTA



Las fiestas pasaron. La actividad se reanuda. Aquí no ha pasado nada. Ni los más optimistas recuerdan ya que, durante unos segundos, llegaron a pensar, e incluso a creer, que el cambio de año iba a cambiar algo.
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Superadas las resacas gastronómicas y las sentimentales, cerrado hasta el año que viene el baúl de los tópicos –con naftalina, por favor, que no se apolillen-, el balance de las fiestas es decepcionante: un punto más en el cinturón y una espantosa corbata nueva en el armario.
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El calendario dice que las fiestas pasaron, pero la corbata seguirá siendo una pesadilla hasta que le caiga la salvadora mancha de salsa vinagreta. A partir de ese momento, la vida podrá empezar a verse con cierto optimismo.
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Otra reflexión para el optimismo, o para el pesimismo, a elegir: por mal que vayan las cosas, siempre pueden ir peor, así que hay que plantarle cara al ajustado bisiesto que nos amenaza y conformarse con la corbata que, bien mirada, y cuando uno se acostumbra, no resulta tan espantosa y, además, la mancha de vinagreta casi no se nota.
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Lo siento por los supervivientes que hayan llegado a esta última píldora, pero, hasta donde alcanza mi memoria, estas fiestas siempre me han provocado un bajonazo anímico talla XXL. Cómo será que quise hacer mi primera obra buena del año con un alegato contra la guerra y el racismo en clave de humor, y hasta el humor me salió negro:
“¡Al negro, al negro!”, fue lo último que oyó el Rey Baltasar un segundo antes de que la piedra le diera de lleno en el turbante.
“Paz en la tierra a los hombres de buena voluntaaaaAAAY”, dijo el ángel, allá en Belén, a un vuelo del Golfo Pérsico, cuando un misil con cabeza nuclear le desplumó un ala.

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