El
año está a punto de terminar y La
Codorniz, en el 70 aniversario de su nacimiento, se me estaba escapando
viva, pero más vale tarde que nunca para recordar una publicación que, con sus
luces y sus sombras, aglutinó una irrepetible cantidad de talento. Sus
colaboradores de la primera época, fueron definidos muy merecidamente por José
López Rubio como “la otra generación del 27”.
Es
difícil encontrar un censo de personas o personajes al que se pueda aplicar con
tanta propiedad y justicia, como al de los colaboradores de La Codorniz, la frase “Están
todos los que son y son todos los que están”, o sea, ninguno falta y
ninguno sobra. Es casi imposible
encontrar un solo humorista en activo durante los treinta y siete años de vida (1941-1978) de la autodenominada “revista más
audaz para el lector más inteligente”, que no hubiera pasado por sus páginas.
Fue
fundada en mayo de 1941 por Miguel Mihura, que la dirigió durante sus primeros
tres años. Álvaro de Laiglesia le sucedió en la dirección, hasta 1977,
publicándose su último número en diciembre de 1978.
En
su primera época albergó un humor surrealista, disparatado y absurdo, en la
línea de algunos movimientos europeos entre guerras; eran los cimientos de lo
que llegaría a reconocerse como “humor codornicesco”. La portada del primer
número era casi una declaración de principios del espíritu con el que Mihura
pretendió ungir a su recién nacida criatura: firmada por Tono, aparecían unos
personajes cuyo grafismo caracterizaría parte de la obra posterior de su autor,
con el siguiente texto dialogado:
-Caramba,
don Jerónimo, está usted muy cambiado.
-Es
que yo no soy don Jerónimo.
-Pues
más a mi favor.
En
la larga etapa de Álvaro de Laiglesia, La
Codorniz fue ganando en compromiso y atrevimiento, adaptándose a la lenta
evolución de las condiciones políticas, y rebasando a veces el límite del
posibilismo, lo que le valió multas y cierres, aunque no tantos como se le
atribuyeron. Por ejemplo, fue famosa una sanción por publicar en una portada
este ripio: “Almohadín es almohadón /
como cojín es a X, / y nos importan tres X / que nos cierren la edición”.
Años después, Álvaro de Laiglesia desmentiría la veracidad de tal sanción.
También llegó a decirse que La Codorniz
era un instrumento del régimen franquista para demostrarnos que la censura no
era tan rígida como creíamos. En cualquier caso, no se puede discutir que vivió
momentos de gran creatividad, siendo una de las pocas publicaciones que
refrescaron el ambiente en aquellas épocas hoscas y grises.
El
mejor homenaje, dictado por el agradecimiento, que se le puede hacer a La Codorniz en su aniversario es
recordar, además de los ya mencionados, a algunos de sus colaboradores,
seleccionados entre el centenar de ellos que aparece en diversas fuentes, y que
dan una idea de la masa crítica de humor y buena literatura que fue posible
gracias a una revista de pobre continente pero de contenido inmensamente rico:
Cándido,
Chumi, Noël Clarasó, Fernández Flores, Forges, Gila, Ramón G. de la Serna, Enrique
Herreros, Jardiel Poncela, Mena, Mingote, OPS, Máximo, Edgar Neville, Serafín,
Summer, Vincent, V.M. Reviriego…
No hay comentarios:
Publicar un comentario