jueves, 23 de febrero de 2012

MÁXIMAS MÍNIMAS DE JARDIEL


Si yo les digo que hay una obra de teatro titulada “Tú y yo somos tres”, y que la protagonista de dicha obra se casa por poderes con un señor al que no conoce, y que cuando aparece resulta que el señor es una pareja de hermanos siameses, quienes conozcan el teatro de Ionesco, considerado uno de los padres del teatro del absurdo, pensarán que ese disparatado argumento es propio de él. Pero su autor fue Enrique Jardiel Poncela, y se estrenó en 1945, cinco años antes de que Ionesco estrenara su primera obra (“La cantante calva”, 1950). Con razón se ha dicho que Jardiel Poncela (y tampoco hay que olvidar a Mihura), es el auténtico creador de una corriente teatral cuya paternidad se autoatribuyó Francia.
Este mes se cumplen 60 años de la muerte de Jardiel. Perteneció a un grupo de humoristas considerados, con justicia, “La otra generación de 27”. En su teatro se encuentran algunas de las mejores obras del teatro español del siglo XX; también escribió novelas, guiones cinematográficos y relatos cortos. Hurgando en sus antologías se pueden encontrar otras perlas, no por inclasificables menos magistrales.
Pero hoy quiero recordar otra de sus facetas: los aforismos. Tengo ante mí una de las joyas de mi biblioteca: una primera edición (1937) de  “Máximas mínimas”, 535 frases clasificadas por temas.
Sin renunciar a su toque de humor, las máximas parecen escritas en el diván del psicoanalista; en la mayoría de ellas se reflejan, más que en el resto de su obra,  fobias, manías, desengaños y amarguras. De haber vivido en los tiempos actuales, el feminismo rampante, aliado con las facciones de lo políticamente correcto, lo hubieran crucificado por su misoginia militante. Un guiño para twitteros: como su propio título indica, las máximas son mínimas: salvo excepciones, tienen menos de 140 caracteres. Y sin más, paso a copiar algunas.
  • El abrazo de una mujer puede no dejar huella ninguna en el alma, pero siempre deja alguna huella en la solapa.
  • En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría de los sueños se roncan.
  • Los muertos, por mal que lo hayan hecho, siempre salen en hombros
  • La ausencia de vanidad del hombre se comprueba al observar que ni usa ni ha usado nunca sostén.
  • Viendo lo pequeños que son los pañuelos de las mujeres se comprende lo poco que duran sus llantos.
  • Ya no se encuentran virtuosas ni entre las violinistas.
  • A la mujer un ronquido se le perdona peor que un pasado.
  • Las mujeres tienen las mismas costumbres de los salvajes: adornarse con plumas, colgarse aros de las orejas, pintarse la cara y vivir conquistando a los vecinos.
  • Hay dos sistemas de conseguir la felicidad: uno, hacerse el idiota; otro, serlo.
  • Suicidarse es subirse en marcha a un coche fúnebre.
  • Los tontos no quieren más que a los que les adulan, y los listos, ni a esos.
  • Cuando una mujer le vuelve a un seductor la espalda, casi siempre es para lucirla.
  • Lo que más embrutece en cuestiones de arte es hablar a menudo con grandes artistas.
  • El médico de cabecera está siempre a los pies de la cama.
  • Únicamente los médicos que los auscultan, pueden estar ciertos de que los humanos tengan corazón.
  • No existe más que una cosa que produzca más daño que la mentira: la verdad.
  • Un buen amigo os dirá siempre la verdad, salvo en el caso de que la verdad sea agradable.


martes, 14 de febrero de 2012

EL NOTICIARIO DE LOS ESPEJOS CÓNCAVOS (I)



Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
Valle-Inclán (“Luces de bohemia”)

El modesto redactor de este noticiario le ha puesto un espejo cóncavo a la realidad. Como la realidad no es excesivamente bella, tampoco la imagen reflejada es totalmente absurda.

El Ministerio de Economía y Competitividad ha constituido, junto con el de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, una Comisión Interministerial encargada de estudiar las posibilidades existentes  en la coyuntura actual para que los loros dejen de tomar chocolate. Dicho estudio, que se enmarca en las medidas de reducción del déficit público, responde a la preocupación gubernamental al haber constatado que cualquier ahorro propuesto es calificado como “el chocolate del loro”. Las Asociaciones Protectoras de Animales han pedido su turno para sumarse a la próxima manifestación de la Sección 3ª, Subsección C de los Indignados del 15M. La oposición, por su parte, estudia la posible inconstitucional del referido proyecto. La señora Merkel ha manifestado su satisfacción y, después de hablar con los mercados, le ha enviado al Presidente del Gobierno un cheque-regalo de El Corte Inglés.
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El presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, puntualmente informado de los titánicos, incansables y sobrehumanos esfuerzos que está realizando el Gobierno de España para encauzar su economía, ha pedido por vía diplomática una muestra de orina de Mariano Rajoy para saber si está limpio de clembuterol o de alguna de las muchas sustancias dopantes que, según los servicios de información del mandatario francés y de la prensa deportiva gala, en España pueden encontrarse en panaderías, lecherías, farmacias de guardia, taquillas de los estadios deportivos y teletienda.
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Pese al secreto que rodea a la elaboración del Segundo Proyecto de Ley de Modificación del Sistema Financiero, se ha filtrado la noticia de que la antigua práctica conocida como “domiciliación de pagos”, dará paso a las opciones “indomiciliación de pagos”, “domiciliación de impagos” e “indomiciliación de impagos”, con lo cual, nuestro obsoleto sistema financiero entrará en las vías de flexibilización que requiere una economía moderna.
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El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ante la difícil la situación financiera del sistema de salud en las distintas comunidades autónomas, ha distribuido una circular recomendando que los médicos, en vez de usar las mascarillas, usen las masbaratillas. “Cualquier solución es mejor -dijo el portavoz del Ministerio- que la medida adoptada en algunos hospitales consistente en taponar la nariz de los médicos con una pinza de tender la ropa”.

Continuará en el próximo número
(Aunque no es muy seguro)

sábado, 4 de febrero de 2012

PARÁBOLA DE LA PIEDRA GORDA



Si Larra levantara la cabeza, ¿volvería a escribir su artículo “Vuelva usted mañana”?
Cuando se observa la peculiar dinámica laboral (¿dinámica?) que se desarrolla al otro lado del mostrador de muchos departamentos de la administración pública es difícil reprimir el pensamiento de que, con tanta gente pululando por aquel territorio, lo más probable es que cada uno confíe en que sean los demás los que tiren del carro.
Mis eventuales e improbables, pero siempre inteligentes, lectores quizás no necesiten el apoyo de parábolas, pero ya que pasaban por aquí, que la lean. Si quieren.

En aquel tiempo, en un lugar que no viene al caso y con una finalidad que no establece la historia, hallábanse empujando una roca asaz voluminosa cierto número de personas que, una vez contadas, resultó ser de veinte. Pese al empuje de dichas gentes, la piedra permanecía inmóvil, diríase que anclada al suelo.
Paseando a la sazón por el lugar dos hombres que polemizaban sobre asunto ajeno a nuestra historia, quedáronse mirando el estático conjunto que componían la piedra y quienes, con vano esfuerzo, la empujaban.
Y el paseante primero sentenció: “Así es Imposible que se mueva”. Nada dijo el paseante segundo, mas afirmó, con un gesto, su acuerdo con la sentencia de su acompañante.
Apenas hubo oído el encargado de mover la roca tan seguro dictamen, pensó sacar provecho de ello, y dirigióse a los paseantes con zalamera humildad: “Tengo por cierto que tan doctos señores sabrán cómo podría moverse esta piedra. ¿Sería excesiva demanda a su bondad una pequeña ayuda encaminada a tal fin?”
Los halagados paseantes cruzaron entre ellos sus miradas y acordaron prestar su ayuda. El primero dijo: “Si con veinte personas no se mueve, empujad con cuarenta”.
Asombróse el encargado de tan sabio consejo y dispúsose a cumplirlo. Fueron llamadas otras veinte personas y, junto con las anteriores, aplicadas al arrastre de la piedra. Mas la piedra permaneció inmóvil.
En el silencio que sucedió al estéril esfuerzo, oyóse la voz del segundo paseante ordenando: “Si con veinte personas no se mueve, separa a diez y empuja sólo con diez”.
Hízose así y, en medio de mucho asombro, se cumplió el prodigio de que la piedra, empujada por diez personas, se movió con facilidad y gran júbilo de quienes tan sabiamente habían sido aleccionados.
El que tenga ojos, que vea; el que tenga oídos, que oiga.