Los emborronafolios como el
que suscribe, domingueros de la pluma de esquiva inspiración, tienen dos
caminos para hacer sus deberes cuando esas frívolas y huidizas damas llamadas
musas les susurran al oído “¡Ahí te pudras!” El primero consiste en llenar un
folio contando lo difícil que es llenar un folio si falla la inspiración. El
segundo, en mirar el calendario con la seguridad de que allí se va a encontrar
la idea salvadora.
El mes de marzo, por ejemplo
ha solucionado muchos apuros literarios gracias a la entrada de la primavera,
esa alergénica y vasodilatadora estación de acreditada influencia en el acné,
en la producción poética y en la industria conservera.
En la inmensa mayoría de los
mortales el cambio de estación provoca una larga cadena de reacciones,
asimilaciones, neutralizaciones, oxidaciones, descomposiciones y síntesis, que
desembocan en un moqueo irrefrenable, o en la producción de un vistoso grano
junto a la nariz, según los casos. Pero en los poetas, tan rico y alambicado
proceso metabólico alimenta una neurona que zumba en su oído la noticia de la
llegada de la primavera, lo que pone en marcha un mecanismo automático que le
obliga a quitarse el chaleco y la gorra, tirarlos en un rincón hasta el otoño,
sentarse ante unas cuartillas y ponerse a rimar cosas mientras se come un
bocadillo de anchoas, porque eso de rimar abre el apetito y las anchoas,
además, tienen mucho fósforo.
De donde se deduce que los
caminos de la naturaleza son tan caprichosos e inesperados, que detrás de las
grandes industrias conserveras de la anchoa, lo único que hay es una reacción
química producida cuando la primavera invade el cuerpo de un poeta. Cosas raras
hay en el mundo, pero tanto como ésa, es difícil.
Ea, maravillosa primavera,
date por saludada; tú y tus bocadillos de anchoas y tus pajaritos y tus brotes
verdes y tus hormigas y tus alergias y tus muchachas en flor del plasta de
Proust y así un año y otro año y otro año. ¿Pero qué te has creído, que yo no
tengo otra cosa que hacer que saludarte? Estaría bueno.
-------------- (Pausa para respirar)
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Ufff, qué tranquilo me he
quedado y qué peso me he quitado de encima. Ya tenía yo ganas, ya, de decirle cuatro
cosas a la primavera. Y a los plumíferos que se aprovechan de la primavera para
llenar un folio; ¡qué tropa!
Lo del plasta de Proust está muuuuu bien traío, pero me temo que Trini te castigue sin postre una semana; según tengo entendido, es una proustiana acérrima. Vale.
ResponderEliminarPor razones que no vienen al caso no había leído hasta ahora ninguno de tus magníficos comentarios hasta aquí. Ahora los he leído todos seguidos. He querido destacar alguno de ellos y quizá me incline por el del muerto civil. Lo que más me gusta de todos ellos es ese tuetano que le sacas a todos los actos de la vida. Gracias por ponerlos a nuestro alcance.
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