sábado, 21 de julio de 2012

APUNTES DE UN VIAJE POR EL NORTE DE ITALIA



Aquí, un turista

Yo sé que algunos me retirarán el saludo (o casi, ¿verdad, R.B.D.?), pero estoy obligado a declarar, como si estuviéramos en una reunión de Turistas Anónimos: “Me llamo Javier y soy turista”

¿Cómo se llama la gente de Como?

Protegidos de las llamas caniculares del calibre 38 (grados a la sombra) gracias al aire acondicionado de una trattoria, mientras en el exterior las aguas del Lago de Como están al borde de la ebullición, unos amigos y yo, en perfecto e inmejorable estado de aplatanamiento físico y mental, intentamos adivinar cuál es el gentilicio de los habitantes de esta ciudad: ¿comodoro, comodín, comodón, comositalcosa…? Desde una mesa contigua, un nativo ilustrado pone sus puntos sobre nuestras íes: “Actualmente, los habitantes de Como nos llamamos comascos, pero el primitivo gentilicio era comense”. Ante ese golpe disuasorio de ciencia, la galbana nos impide reanudar nuestra tormenta de ideas.

La casa de Julieta

El lugar más visitado de Verona es la casa de Julieta. Parece ser que allí vivió una persona que nunca existió: la fantasía de los italianos no tiene límites. Menudo filón para las empresas turísticas; cualquier día nos ofrecerán un viaje que no es viaje al País de las Maravillas y nos enseñarán la casa de Alicia con el Gato de Cheshire disecado encima del aparador.

El glorioso idioma español

Zapeando en el televisor del hotel de Bolonia encuentro dos cadenas que emiten en español. En una de ellas, venezolana, Hugo Chávez intenta imitarse a sí mismo; la otra es la más zafia, vulgar y “arsa la grasia, mi arma” de nuestro país: la autonómica de Andalucía, Canal Sur. ¡Vaya embajada cultural en el mundo a través de nuestro idioma!. Abochornado como español y como andaluz, me duermo plácidamente arrullado por la voz de la presentadora de un canal japonés.

La frecuencia de las cosas, o las cosas de la frecuencia

El guía de una excursión decide utilizar técnicas más modernas que el grito desaforado, y nos cuelga del cuello un pequeño receptor, metiendo sin compasión un pinganillo en nuestras orejas. Al finalizar las prolijas instrucciones sobre cómo funciona el artilugio y cómo se selecciona la frecuencia en la que él va a emitir, nos dice que levante la mano quien tenga algún problema con la frecuencia. Más de la mitad del grupo levanta la mano. Quizás no entendieron bien a qué frecuencia se refería.

Sobre los perniciosos efectos de la bebida

Estamos a un tiro de piedra de los Alpes, pero el calor es asfixiante y se produce la siguiente cadena de causa-efecto: el calor obliga a beber mucho líquido para refrescarse; esa abundante ingestión ha de evacuarse; al estar los lugares que visito en temporada turística alta, las colas de angustiadas usuarias en las puertas de los lavabos son kilométricas. Yo tomo nota de mis observaciones para un ensayo que algún día no escribiré sobre la solidaridad y la convivencia urinarias de las mujeres. 

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