viernes, 14 de septiembre de 2012

APUNTES DEL VERANO 2012 (II)



Sol y sombra

He llegado muy temprano a la playa. A esta hora está solitaria y yo, con mi sombrilla, mi silla y mi libro, parezco el dueño del cortijo, o el guarda, según se mire. Me sumerjo en la lectura, ajeno al mundo que me rodea. La invisible esfera de mi intimidad se ve invadida repentinamente por una joven de agradable orografía corporal exhibida con generosidad. Extiende una toalla a un metro escaso de mí y, antes de tumbarse bajo un Sol de justicia, procede con sensual delectación a untarse, en sucesivas capas, un cóctel de salsas, pomadas y cocimientos varios que, si yo estuviera a estas horas para la lírica, diría que una suave brisa trae hasta mí su embriagador aroma, pero lo cierto es que la apestosa pócima me hace estornudar hasta cinco veces seguidas. Aunque intento concentrarme en la lectura, un inocente pensamiento fugaz me perturba: con tanta pringue como ha extendido por toda la parte visible y vistosa de su anatomía, si alguien quisiera abrazarla tendría que ponerse cadenas para no resbalarse. Descartado mi sex-appeal, que, si alguna vez lo tuve ha ido disminuyendo implacablemente durante los últimos cuarenta años, busco una razón que explique satisfactoriamente su invasiva proximidad, y no tardo en encontrarla: sin yo haberlo notado, la playa, hasta donde la vista alcanza, ha ido empedrándose con cuerpos broncíneos, todos tendidos al Sol, y el último espacio que había disponible era el ocupado por mi recién llegada vecina.
Bajo mi acogedora sombrilla me paro a pensar que todas las piezas yacentes de la alfombra humana que me rodea están adorando al dios Sol, a semejanza de muchos pueblos primitivos, y que yo, gracias al dios Sol, estoy un peldaño por encima en la escala de la civilización, porque del Sol lo que de verdad adoro es la sombra.


Los buenos amigos y los malos amigos

Un compañero del instituto, al que solo veo en verano, me contaba que se había propuesto la relectura, durante las vacaciones, de sus lejanos y buenos amigos de juventud, casi caídos en el olvido (Somerset Maugan, Stefan Zweig… o totalmente olvidados (William Saroyan…). Comenzó por Stefan Zweig, el gran escritor, biógrafo genial, con su “María Antonieta”, pero un [mal] amigo, para fastidiar, le reventó el final diciéndole que a la protagonista le cortan la cabeza. A partir de entonces, para evitar esa clase de golpes bajos, solamente lee atrincherado en la clandestinidad de su retrete, y el único libro que exhibe públicamente es “Las nuevas aventuras de Mortadelo y Filemón”.

Un encuentro peligroso

Me he cruzado con ella, nada más pasar el rompeolas, cuando yo entraba en el mar y ella salía. La miro de reojo. Es bella y delicada como una porcelana rosada y transparente. Se acerca lentamente hacia mí con una cadencia sinuosa y aparentemente casual, como arrastrada por el flujo y reflujo de las aguas. Me parece peligrosa y me pongo en guardia. Demasiado tarde. En un movimiento inesperado ha tocado mi mano derecha. Experimento una desagradable y desconocida sensación, como una descarga eléctrica. ¡Maldita medusa!

2 comentarios:

  1. Considerando que don Javier anda entre los 50 y 60, noto que se empeña en no ser viejo verde al describir a la sujeta empastelada en menjurjes anti-solares, pero le abono por la obvia razón de la ráfaga inmunda de la que él llama "apestosa pócima", su desgano. ¡Nada qué hacer!, ellas se encargan de matar el encanto de su presencia, con su manía de querer asolearse, pero sin asolearse.
    Un placer leerlo, don Javier.

    ResponderEliminar
  2. Es un placer su blog, siempre con ese ounto de ironía...

    Anónimo

    ResponderEliminar