sábado, 12 de enero de 2013

CONMEMORACIÓN DEL 133 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA



El día 12 de enero se cumplen 50 años de la muerte de Ramón (Gómez de la Serna, por supuesto) pero yo voy a conmemorar el 133 aniversario por puro ramonismo. Si a él le hubieran dado un billete de regreso para celebrar su 50 aniversario, estoy seguro de que lo hubiera celebrado a los 40 años, o a los 27, o a los 215: así era Ramón... incluso después de muerto.
Qué difícil es recordar a Ramón con la limitación de espacio que me he autoimpuesto. Una vida tan rica, original, transgresora y extravagante no cabe en 700 palabras. Llamar extravagante a Ramón no es un insulto, sino un elogio. Ramón era un extravagante porque vagaba por los extremos para salirse del marco de lo convencional. Ramón estuvo por delante de todas las vanguardias. Cuando cualquier vanguardia que se preciara necesitaba asentarse en París y acuñar su correspondiente “ismo” (dadaísmo, futurismo, surrealismo...), él se permitió ejercer en España.
El nombre de Ramón se asocia inmediatamente a las Greguerías, porque un autor que publicó un centenar de libros (novela, teatro, ensayo, biografía) y miles de artículos de prensa, conocido, traducido y homenajeado en todo el mundo, sólo es recordado, además de sus Greguerías, por su autobiografía. Esa curiosidad por su autobiografía y la ignorancia casi total por su obra significa una cosa: que su mejor obra fue su propia vida.
Las Greguerías son la obra más conocida y que más se identifica con Ramón. Él mismo las definió como HUMORISMO + METÁFORA, y no fue esta la más acertada de sus definiciones o greguerías. Porque la greguería es eso y mucho más: son frases ingeniosas y agudas, pequeños poemas, microrrelatos, metáforas, juegos de palabras... y mucho más. Publicó su primer volumen de Greguerías en 1917 y escribió más de 10.000. Por la antedicha limitación de espacio, he tenido que seleccionar una muestra microscópica que, estoy seguro, va a dejar a mis esforzados lectores con la miel en los labios.

·        Tal era la descarada naturalidad de aquel cuadro con montañas y luna, que grité para ver si me contestaba el eco. Después de eso no me volvió a invitar aquella marquesa.
·        Lejanas velas como servilletas en el banquete del mar.
·        El arco del violín cose como aguja con hilos notas y almas, almas y notas.
·        Al atardecer pasa en vuelo rápido una paloma que lleva la llave de cerrar el día.
·        Entre los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas.
·        Si ya ha caído el rayo, el aviso del trueno sobraba.
·        Cuando una mujer pide ensalada de fruta para dos, perfecciona el pecado original.
·        Consejo superfilosófico: hágase una fotografía, y si sale es que existe.
·        Lo más difícil de digerir de un banquete es la pata de la mesa que nos ha tocado en suerte.
·        La llave nos gasta la broma de hacer que como que no es de la cerradura que es.
·        Una gran mentira que contar a los niños es que para ordeñar a los camellos hay que apretarles la joroba.
·        Mataba el tiempo vengándose de antemano de lo que el tiempo iba a hacer con él.
·        Adán no se divorció de Eva porque no encontró abogado.
·        Lo más humano que tiene la calle es el recodo.
·        Cuando contamos por lustros nuestra edad, es que queremos dar lustre a nuestros años.
·        El que no deja deudas deja deudos.
·        ¿Ha pensado alguien en la película en esperanto? Sería esperantosa.
·        Más vale soltar el pájaro que tenerlo en la mano.
·        Panacea es la cesta del pan.
·        Mujer con chal: mujer chalada.
·        El tiempo no es oro: es purpurina.
·        Pensamiento consolador: el gusano también morirá.
·        ¿Qué es la ilusión? Un suspiro de la fantasía.
·        Lo más importante de la vida es no haber muerto.
·        La frase que más reúne la vida y la muerte es la de “¡Estoy hecho polvo!”

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