lunes, 1 de abril de 2013

DESPEDIDA Y CIERRE



Hace muchos años, la televisión y las emisoras de radio no emitían las veinticuatro horas del día y era normal leer en sus programaciones la expresión: “24:00 horas: Despedida y cierre”. Bueno, pues ahora me toca a mí. Esta entrada de hoy es la de despedida y cierre de mi blog.
Parafraseando al gran autor de varios cientos de canciones, Manuel Alejandro, en el título de una de ellas que popularizó Rocío Jurado (“Se nos rompió el amor de tanto usarlo”), ¿podría yo decir que “se me rompió el humor de tanto usarlo"? Me niego a decirlo; me niego a admitirlo. Un pretendido ironista nunca dimite. El rótulo virtual de mi chiringuito mental dice: “Abierto de día y de noche”, o sea, como los bazares chinos (y, como los bazares chinos, quizás expendiendo un producto de dudosa calidad). El humor es el medio en el que más a gusto me siento para decir cosas serias, pero necesito descansar un tiempo, reflexionar, reorientar el blog… o quizás desaparecer del todo.
Gracias a los que me han seguido durante estos dos años, a los que me han alentado, a los que me han tirado de la oreja por pasarme de rosca en el humor y a los que lo han hecho por todo lo contrario, o sea, por ponerme alguna vez demasiado serio, solemne y grandilocuente. Gracias a los que han extendido y difundido estas páginas, que nacieron con la modesta pretensión de reírme un rato con un reducido número de amigos, apenas medio centenar.
Termino con la frase que las novelas románticas ponen en boca de uno de los protagonistas cuando se rompe un romance amoroso: “Fue bonito mientras duró” (y digo yo, ¿por qué será que eso lo dice siempre uno de ellos y el otro no dice ni pío?)

sábado, 9 de marzo de 2013

FRAGMENTOS DEL DIARIO DEL CONDE DRÁCULA



Me ha recomendado el médico que beba sangre azul tres veces por semana. Por lo de las grasas poliinsaturadas.

Qué desastre. Hace tres horas que se ha puesto el sol, y yo sin encontrar la dentadura postiza.

Al morder cuello de una dama con la piel estirada, creí estar chupando un tambor. Ya no hay comidas naturales.

Eso de que mi hijo se salga de su ataúd al amanecer y se ponga a cazar mariposas no me hace ninguna gracia.

La cena de hoy tenía la sangre gorda; demasiado pesada para mi edad.

Texto tatuado en el cuello del desayuno de esta mañana: ‘Consumir preferentemente antes de los 30 años’.

He quedado el primero en la cata ciega de sangre fresca. Sólo me equivoqué en el número de plaquetas.

Llevo tres noches seguidas soñando con una jirafa. ¡Qué cuello, qué cuello!

Estoy muy decepcionado con mi hijo. Hoy me ha preguntado si cuando él sea conde, podrá beber leche de vaca.

Estoy engordando. Un punto más en el cinturón y un ataúd de una talla mayor.

Me sentí feliz cuando vi que a mi hijo le chorreaba sangre por la comisura de los labios. ¡Pero era Ketchup!

Me niego a tomar sangre embotellada con colorantes, conservantes, y guarradas de esas.

Peste de turistas. Todos ellos con su ristra de ajos al cuello y la estaca para clavármela en el pecho.

Parece que mi hijo se va enderezando. Anoche me enseñó los colmillos. ¡Olé mi niño!

Eso de que ahora las mujeres se perfumen tanto, me está haciendo polvo el paladar. Aborrezco la cocina-fusión.

Cada vez que veo un besugo me dan ganas de chuparle la sangre. ¿Me estará cambiando el metabolismo?

¿Qué fue de las glamourosas vampiresas de antaño? Cada noche me levanto en busca del cuello perdido.

Sangre congelada, liofilizada, en spray, descremada… Mundo loco; donde se ponga un buen cuello…

Un lejano antepasado mío, el XV Conde Drácula, llegó a morder diecisiete cuellos en una noche. Yo no paso de dos.

Me estoy volviendo muy selectivo: antes de morder un cuello me informo del grupo sanguíneo.

Desde que se inventó Chanel 5 ni los cuellos saben a cuello ni la sangre sabe a sangre.

domingo, 24 de febrero de 2013

LA VACA LECHERA Y OTRAS RUSTICIDADES



Hoy me he despertado rústico y nostálgico, lo cual es una suerte, porque cuando amanezco churrigueresco no me aguanto ni yo mismo. Mientras me afeitaba, oí que alguien estaba cantando “La vaca lechera”.Tras una somera investigación, llegué a la conclusión de que el manifiestamente mejorable cantante era yo y, sin poderlo remediar, un tsunami de rusticidad lírica inundó mis neuronas y mi cuarto de baño, arrastrándome hasta la mesa de trabajo para poner un poco de orden en mis desbocados recuerdos, mientras desafinaba como un sapo con paperas.
Tengo una vaca lechera, / no es una vaca cualquiera,/ me da leche merengada, /¡ay! que vaca tan salada,/ tolón , tolón, tolón , tolón.
Hasta aquí la letra era bastante inocente, tirando a tontorrona, pero al cantar la estrofa final no pude reprimir una carcajada: ¿Cómo pudo burlar su autor, Fernando García Morcillo, la férrea censura de la época (años 50 del pasado siglo) con la explícita proposición de un trío amoroso adobada con una sospechosa zoofilia?:
Qué felices viviremos/ cuando vuelvas a mi lado, / con sus quesos, con tus besos/ los tres juntos ¡qué ilusión!
¡Los tres juntos, qué escándalo! Ya podían aprender de “La casita de papel”, otra muestra de bucolismo y verdes paisajes, pero con parejas como Dios manda.
Encima las montañas viviremos/ el día que tú seas mi mujer/ y así podrás saber cómo es el cielo/ viviendo en mi casita de papel./ Qué felices seremos los dos/ y qué dulces los besos serán./ Pasaremos la noche en la luna/ viviendo en mi casita de papel.
Los recuerdos son como las cerezas y, cuando tiras de uno, trae a otros enganchados. Joaquín Sabina, antes de convertirse en un poeta urbano, tuvo su vena rústica con una exitosa “Ovejita Lucera” que sonrojaba a la progresía de la época, pero que, con el paso del tiempo, se la empezó a mirar ya con nostálgica benevolencia, colgándole, incluso, la avanzada etiqueta de 'lo antiguo'.
Tengo yo una ovejita lucera/ que de campanillas/ le he puesto un collar./ Yo la llamo, ella viene a mi vera/ corriendo ligera con este cantar.
La última estrofa es una joya de la poesía onomatopéyica:
Me gusta cuando bala la ovejita, BEEEE/ y cuando le contesta el corderito, BAAAA./ Me sabe a musiquilla celestial ese dulce balar;/ me gustan en las fiestas del lugar/ los cohetes que al subir hacen fiiuu /hacen PUM, y hacen PAM/ lo demás a mí plin, a mi plin lo demás.
En esta antología de urgencia, voy a saltarme “El carro” que le robaron al pobre Manolo Escobar anoche mientras dormía, y “El tractor amarillo”, artilugio que mecanizó el campo y el género lírico-rústico, pero no me resisto a recordar a El Koala con su “Opá, yo via jacé un corrá”. Es una canción más campera que un olivo, un poco larga y difícil de leer, pero con un contenido ejemplar: un mocetón con iniciativa, con ganas de trabajar, que ayuda en las faenas de la granja, que informa a su padre (su opá) de lo que va a hacer… Voy a acortarla y a hacerla lo más legible posible. Empieza con una declaración de intenciones:
Opá, yo via jacé un corrá.
Intenciones que no le impiden ayudar a su padre:
Yo t'ayuo a arrancá la guzzi/ yo t'ayuo a pintá el land rove/ yo t'ayuo a sacá las papas/ yo t'ayuo a lo k'haga farta.... pero que sepas que...
Y ahora es cuando informa oficialmente a su padre:
…Opá, yo via jacé un corrá / pa esa gallina, y pa ese minino/ pa esa perdice, y ese pajarillo/ pa esa guarrilla, y pa ese guarrillo/ pa esa potra, ¡ay! con su potrillo.
Pero no habla por hablar, tiene las ideas muy claras:
Tengo las maeras, y tengo dos tablones/ la chapa, der tejao, la he sacao d'unos bidones,/ tengo las maneras y las intenciones./ Opaito, er domingo empiezo a vé si tengo cojones./ Opá, Opá, Opá, Opaito, via jacé un corraaaaaaa.
Ese es el yerno ideal, serio y trabajador, que muchas madres quisieran. Hay que reconocer, eso sí, que si lo sacudiéramos caerían bellotas y que su paso por la escuela no le dejó una huella demasiado profunda, pero, en fin, nadie es perfecto.







sábado, 9 de febrero de 2013

MI LADO OSCURO



Yo también tengo mi lado oscuro, claro. Como todo el mundo. Mi lado oscuro, desde hace tres meses, brujulea por Twitter. Lo que no sé es hasta cuándo. Para los que no sepan qué es eso, y por decirlo de una manera simplista: se trata de “colgar” un escrito que no tenga más de 140 caracteres. Resulta que, una vez publicado, alguien va y lo lee. O no. O sea, que esto es una de las más puras muestras del arte por el arte. Ni te da posteridad, ni te da prosperidad.
En Twitter podemos encontrar ingenio y  talento, pero también mucha basura y banalidad. Minirrelatos, pinceladas poéticas, humor, actualidad, conversaciones insulsas, plagios descarados… Todo cabe.
Como no pienso dar aquí el nombre de mi cuenta, voy a obsequiar o castigar, según, a los seguidores de este blog con un par de docenas de mis tuites. Trato de seguir una línea humorística, pero no todos los días está el cuerpo para eso. Para bien o para mal, ahí van.

  • Según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, el 39,7% de los ombligos no son redondos. La oposición exige dimisiones ¡ya!
  • Hay más ríos que rías. ¡Anatema! La geografía vulnera la ley de igualdad de género.
  • Los escritores de novelas eróticas sólo usan preposiciones deshonestas.
  • En tiempo de los Borgia moría mucha gente de enfermedades venéneas.
  • Los dos invidentes celebraron una entreinvista de negocios.
  • ¡No a la clonación humana! ¿Te imaginas un mundo con 1000 clones de esa persona que estás pensando
  • “Si tú me dices ¡¡ven!! lo dejo todo” (Bolero)… y mientras voy, estoy pensando: ¿qué habré hecho mal esta vez?
  • Aquel marroquí picajoso quemó el diccionario para eliminar el verbo morar; le ofendía que los infieles dijeran “yo moro”.
  • El inventor incomprendido decidió no volver a tener grandes ideas. Triunfó en política.
  • Terapia de grupo para Retrógrados Anónimos:” Me llamo Javier y tengo un teléfono que sólo sirve para hablar por teléfono”.
  • Ecologista convencido, amante de la naturaleza, tuvo un día una idea y se le encendió la bombilla. ¡Pero no era de bajo consumo!
  • Ayer recibió el único abrazo en muchos meses; repentino, intenso, envolvente. Se lo dio el airbag de su coche.
  • Hay cosas que, aunque no existiera la fuerza de la gravedad, caerían por su propio peso.
  • En ciertos países, de la imputación a la amputación sólo hay un paso.
  • Habilidad oratoria: pronunciar una conferencia de dos horas sobre la importancia del agua en la navegación.
  • Yo sé mover las orejas. ¿Podré escribir un libro con ese argumento?
  • Recuerdo infantil: cada vez que iba al cine, me preguntaba cómo pudieron meter a una taquillera tan gorda por una ventanilla tan pequeña.
  • Los que me llaman insensato porque le echo gaseosa a un Rioja gran reserva, no saben cómo mejora la gaseosa con un Rioja gran reserva.
  • Cuando salgo no le digo a mi mujer dónde voy; ¿por qué se lo voy a decir al taxista?
  • Encima de pagar, tengo que aguantar el sarcasmo de que la Agencia Tributaria me llame “El sujeto pasivo”.
  • Cada vez que recordaba su pasado, se ponía histórica perdida.
  • Aquellas aguerridas feministas que, Ley de Igualdad en mano, exigían a sus médicos que les hicieran las pruebas prostáticas.
  • Va a Barcelona a cobrarle a uno que dice que no paga porque no le entiende. Ya tiene el pasaporte y el visado. Solo le faltan las vacunas.
  • Le dan citan para operarse dentro de 6 meses. En todos los documentos tiene que firmar donde dice: “El Paciente”.

jueves, 24 de enero de 2013

EL SENTIDO DEL HUMOR EN LA CREATIVIDAD



En la literatura especializada podemos encontrar numerosos listados de los factores de la creatividad o de las características de las personas creativas, en cualquiera de sus campos (artístico, empresarial, investigador…); el sentido del humor aparece siempre en un lugar destacado.
Antonio Núñez, socio de una consultora de búsqueda de altos directivos y consejeros, dijo en una entrevista publicada en la revista Actualidad Económica:
“El buen humor es signo de creatividad, pues pone de manifiesto que una persona es capaz de ver (…) cosas que han pasado desapercibidas para otros”
El verdadero sentido del humor no es del cuenta-chistes, en el cual el humor circula de fuera a dentro, es decir, cuenta los chistes que ha oído o leído. El sentido del humor del creativo es interior; sale de dentro, circula de dentro a fuera. Es el sentido del humor que se encuentra en la repentización de una frase ingeniosa e inesperada, en una ironía fina. Pero esa es la manifestación externa y visible, la punta del iceberg. El verdadero valor del sentido del humor del creativo es la capacidad de ver un plano de la realidad que otros no ven; es la capacidad de reírse de uno mismo como vía para desmontar vanidades, seguridades e ideas preconcebidas, que son los grandes enemigos de la creatividad.
Alfredo Bryce Echenique, autor de muchas novelas que rezuman un humor irónico y tierno al mismo tiempo, expone, ensayista esta vez, en su obra “Entre la soledad y el amor”, dos interesantes aproximaciones a este tema.
“Los humoristas suelen tener un lado muy triste, sobre todo los irónicos, porque están desmontando totalmente el universo”.
Y más adelante:
“El humor irónico nos hace más tolerantes, más humanos y nos hace menos capaces de creer en fanatismos”.
¿Por qué esa necesidad del sentido del humor en el proceso creativo? Porque cuando miramos el mundo que nos rodea (personas, cosas, ideas, convencionalismos, e incluso a nosotros mismos) a través del prisma del humor, le vemos facetas nuevas, matices inesperados, perspectivas sorprendentes.
El humor está en otro plano de la realidad, en otra dimensión. Su principal arma es la sorpresa. Pensemos en cualquier chiste que recordemos, y apreciaremos que la gracia está en la palabra de doble sentido, en lo inesperado, en la destrucción de la lógica. Y es precisamente en ese terreno, fuera de la lógica, lejos de lo conocido, donde se abren las compuertas para que la energía potencial del creativo se transforme en un acto efectivo de creación.


sábado, 12 de enero de 2013

CONMEMORACIÓN DEL 133 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA



El día 12 de enero se cumplen 50 años de la muerte de Ramón (Gómez de la Serna, por supuesto) pero yo voy a conmemorar el 133 aniversario por puro ramonismo. Si a él le hubieran dado un billete de regreso para celebrar su 50 aniversario, estoy seguro de que lo hubiera celebrado a los 40 años, o a los 27, o a los 215: así era Ramón... incluso después de muerto.
Qué difícil es recordar a Ramón con la limitación de espacio que me he autoimpuesto. Una vida tan rica, original, transgresora y extravagante no cabe en 700 palabras. Llamar extravagante a Ramón no es un insulto, sino un elogio. Ramón era un extravagante porque vagaba por los extremos para salirse del marco de lo convencional. Ramón estuvo por delante de todas las vanguardias. Cuando cualquier vanguardia que se preciara necesitaba asentarse en París y acuñar su correspondiente “ismo” (dadaísmo, futurismo, surrealismo...), él se permitió ejercer en España.
El nombre de Ramón se asocia inmediatamente a las Greguerías, porque un autor que publicó un centenar de libros (novela, teatro, ensayo, biografía) y miles de artículos de prensa, conocido, traducido y homenajeado en todo el mundo, sólo es recordado, además de sus Greguerías, por su autobiografía. Esa curiosidad por su autobiografía y la ignorancia casi total por su obra significa una cosa: que su mejor obra fue su propia vida.
Las Greguerías son la obra más conocida y que más se identifica con Ramón. Él mismo las definió como HUMORISMO + METÁFORA, y no fue esta la más acertada de sus definiciones o greguerías. Porque la greguería es eso y mucho más: son frases ingeniosas y agudas, pequeños poemas, microrrelatos, metáforas, juegos de palabras... y mucho más. Publicó su primer volumen de Greguerías en 1917 y escribió más de 10.000. Por la antedicha limitación de espacio, he tenido que seleccionar una muestra microscópica que, estoy seguro, va a dejar a mis esforzados lectores con la miel en los labios.

·        Tal era la descarada naturalidad de aquel cuadro con montañas y luna, que grité para ver si me contestaba el eco. Después de eso no me volvió a invitar aquella marquesa.
·        Lejanas velas como servilletas en el banquete del mar.
·        El arco del violín cose como aguja con hilos notas y almas, almas y notas.
·        Al atardecer pasa en vuelo rápido una paloma que lleva la llave de cerrar el día.
·        Entre los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas.
·        Si ya ha caído el rayo, el aviso del trueno sobraba.
·        Cuando una mujer pide ensalada de fruta para dos, perfecciona el pecado original.
·        Consejo superfilosófico: hágase una fotografía, y si sale es que existe.
·        Lo más difícil de digerir de un banquete es la pata de la mesa que nos ha tocado en suerte.
·        La llave nos gasta la broma de hacer que como que no es de la cerradura que es.
·        Una gran mentira que contar a los niños es que para ordeñar a los camellos hay que apretarles la joroba.
·        Mataba el tiempo vengándose de antemano de lo que el tiempo iba a hacer con él.
·        Adán no se divorció de Eva porque no encontró abogado.
·        Lo más humano que tiene la calle es el recodo.
·        Cuando contamos por lustros nuestra edad, es que queremos dar lustre a nuestros años.
·        El que no deja deudas deja deudos.
·        ¿Ha pensado alguien en la película en esperanto? Sería esperantosa.
·        Más vale soltar el pájaro que tenerlo en la mano.
·        Panacea es la cesta del pan.
·        Mujer con chal: mujer chalada.
·        El tiempo no es oro: es purpurina.
·        Pensamiento consolador: el gusano también morirá.
·        ¿Qué es la ilusión? Un suspiro de la fantasía.
·        Lo más importante de la vida es no haber muerto.
·        La frase que más reúne la vida y la muerte es la de “¡Estoy hecho polvo!”

sábado, 29 de diciembre de 2012

LOS VINOS Y LOS AMIGOS (Y II)



“Si quieres vivir mucho, guarda un poco de vino rancio y un viejo amigo” (Pitágoras)

Decía en la anterior entrega que iba a seguir demostrando que el lenguaje del vino es un filón inagotable de similitudes a la hora de calificar y definir a nuestros amigos.
Voy a reproducir literalmente una breve selección del vocabulario del vino que he encontrado en un libro de cata. Yo me he limitado a cambiar la palabra “vino” por “amigo”.

ÁCIDO
Amigo que presenta un exceso de acidez. También se le puede llamar “picado”
AGRESIVO
Amigo sumamente ácido y desagradable.
ALEGRE
Ligero y fresco; fácil, sin complejidad.
AMABLE
Término utilizado para algunos amigos en extremo agradables.
APAGADO
Falto de brío.
ARMÓNICO
Con una gran conjunción y perfecto equilibrio en todos sus caracteres.
CARÁCTER
Amigo con personalidad
CARNOSO
Amigo con cuerpo, bien conjuntado, que produce una amplia impresión física.
COMPLEJO
Que ofrece una amplia gama de sensaciones.
COMÚN
Corriente, sin cualidades.
CRUDO
Joven, sin terminar; tierno.
DECRÉPITO
Defectuoso por excesivo envejecimiento.
DEGRADADO
Amigo en el que sus cualidades van evolucionando a peor.
DESCOMPUESTO
Mal conservado, de mal gusto.
ELEGANTE
Equilibrado y con delicadas y sugerentes sensaciones.
ESTABLE
Que mantiene sus cualidades y caracteres sin cambios negativos.
FRANCO
Anterior Jefe del Estado español (1892-1975).
Por caprichos del lenguaje, dícese de un amigo que no engaña, que se expresa claramente y con honradez.
GOLOSO
Se dice de los amigos cuya cata es muy placentera.
LIMPIO
De aspecto transparente, bien presentado.
PELEÓN
Corriente y vulgar
PESADO
Amigo que, si bien no presenta defectos significativos, resulta poco grato.
ROBUSTO
Bien dotado de cuerpo
SUCIO
Con olores extraños e impropios de su crianza.

Me estoy poniendo pesadito, pero esto es sólo un avance. Todavía me queda mucho por investigar.
A la hora de establecer un paralelismo exhaustivo y sin fisuras entre la operación de la cata de un vino y la de un amigo, no siempre lo encuentro de forma satisfactoria. Por ejemplo, en un manual de cata se dice que el procedimiento para valorar la transparencia del vino consiste en pasar un objeto o un dedo por el culo de la copa, situada sobre un fondo blanco. Creo que muchas amistades se romperían si intentáramos hacerles esta prueba de transparencia, aunque, no nos engañemos, en algunos casos, este puede ser el comienzo de una gran amistad.
Y con esta frase, que es la frase final de la película “Casablanca", voy a terminar yo también. Es una frase que me gusta tanto, que siempre me las arreglo para colocarla, venga o no venga a cuento.
Gracias por vuestra atención, mis queridos, alegres, amables, amorosos, armónicos, elegantes, golosos, robustos, vivos y, en algunos casos, añejos amigos. Consideradme vuestro “gran reserva" de la amistad. Espero no avinagrarme más con el paso del tiempo, pero si alguno quiere hacerme la prueba de la transparencia descrita anteriormente... ¡NI SE LE OCURRA!

sábado, 15 de diciembre de 2012

LOS VINOS Y LOS AMIGOS (I)


Para empezar, voy a deshacer la ambigüedad del título diciendo de qué no voy a hablar.
No voy a hablar de la tercera fase en el proceso de la borrachera, cogorza, melopea, embriaguez, curda, turca, mona, pítima, tablón, tajada, merluza, tranca o papalina; la tercera fase, decía, consistente en la exaltación de la amistad.
Porque como todo el mundo sabe, a partir de cierta saturación etílica, se entra en una primera fase, la polifónica, consistente en cantar a coro “Asturias patria querida, Asturias de mis amores, o las variantes regionales que corresponda. La segunda fase, la itinerante, consiste en abrazarse a las farolas eléctricas, y no precisamente por amor al kilovatio. Y llegamos a la tercera: la exaltación de la amistad. En esa fase se experimenta una especial ternura por el amigo y se le dan aparatosos abrazos destacando sus inexistentes virtudes y sellando un pacto de amistad de volátil eternidad.
Bueno, pues esta relación de la que estoy hablando entre el vino y la amistad no tiene nada que ver con lo que quiero contaros y, por lo tanto, no voy a hablar de ella.
Entonces, se estarán preguntando los esforzados lectores que hayan llegado hasta aquí, ¿de qué va hoy este tío? Si lo piensan y no se van es porque: primero, son buenos amigos; segundo, son de buena crianza.
Y así, burla burlando, diría Lope, ha aparecido un primer factor común al amigo y al vino: la crianza. Y sobre esto sí que versa mi entrega de hoy.
Hace unos doce años, cuando terminó la asamblea en la que dejé, después de ocho años, la presidencia de una asociación de cierta notoriedad pública, fui asaltado por un gran número de periodistas, o sea, dos becarios, que buscaban, en exclusiva mundial, las primeras declaraciones de aquel reciente y modesto “ex”. Uno de ellos me preguntó:
- En estos años de presidencia, habrá hecho usted muchos amigos, ¿no?
Aunque quise ponerme estupendo en la respuesta, sólo se me ocurrió, a bote pronto, esta tontería:
- Bueno... esto... eeeemm... Yo creo que a los amigos, como a los vinos, hay que dejarlos en reposo... y el tiempo tiene la última palabra.
Pero al cabo de las horas, al cabo de los días, la respuesta resonaba todavía, rebotando alocadamente por pliegues y recovecos en mi cerebro. Pensándolo bien, lo que dije no era ninguna tontería; cada vez lo encontraba más cargado de sentido común, porque la relación, equiparación o paralelismo entre los amigos y los vinos es más evidente de lo que parece.
La primera similitud se desprende directamente de mi respuesta al periodista: “El tiempo tiene la última palabra”. En efecto, los amigos, como los vinos, pueden ser del año (tienen escaso recorrido, duran poco, se avinagran pronto); de reserva (se conservan durante un tiempo razonable; mantienen, e incluso pueden mejorar sus cualidades con los años); de gran reserva (son para toda la vida, o casi; aunque los arrinconemos durante largas temporadas, mantienen vivos sus principios y, cuando recurrimos a ellos, pocas veces nos defraudan).
Sin ánimo de agotar los paralelismos, que son muchos, todos tenemos en nuestra amigoteca mental, que es el lugar donde se coleccionan, almacenan y clasifican las amistades, algunos amigos que, como ciertos vinos, nos producen un insufrible dolor de cabeza e incluso vomitera. Y no digamos nada de esos otros cuyo trato frecuente, abrumador y obsesivo requieren, de vez en cuando, una cura de desintoxicación.
Pero es en la cata y degustación de los vinos donde encontramos un lenguaje que igual sirve para calificar a un vino que a una persona.
Leemos, por ejemplo, en una guía de vinos refiriéndose a un Penedés: “Tiene rasgos de buena crianza; equilibrado y agradable, complejo y elegante” Podríamos preguntarnos: ¿Se refiere a un vino o a un amigo común? Pero la valoración no termina ahí. La ambigüedad puede acabar rozando… Bueno, que cada uno piense lo que quiera: “Es carnoso, muy largo y con un magnífico retrogusto en el paso por la boca.”
La degustación y la cata de un vino, por lo que vemos, son similares a la valoración de un amigo.
Leemos en un manual de cata: “La degustación permite, por mediación de los sentidos, definir un conjunto de impresiones y sensaciones, buenas o malas, a nivel del tacto, de la vista, del olfato y del gusto”.
Aquí me vais a permitir que tire piedras sobre mi propio tejado rompiendo el paralelismo: hay amigos y amigas a quienes puede ser muy placentero valorar mediante la vista, el tacto, el olfato y el gusto; pero otros, y tengo en mente a tres o cuatro, a quienes ni borracho cataría con el tacto o con el gusto y, desde luego, con el olfato, ni muerto.
En la próxima entrega voy a seguir demostrando que el lenguaje del vino es un filón inagotable de similitudes a la hora de calificar y definir a nuestros amigos, copiando literalmente un vocabulario del vino, con la sugerencia de que se sustituya la palabra “vino” por “amigo”:

Continuará en la próxima entrega

sábado, 1 de diciembre de 2012

ENGÁÑAME UN POQUITO, POR FAVOR



“Doctor: mis padres me engañaron con aquella historia de los Reyes Magos de Oriente. Cuando me enteré de la verdad estuve tres años engañándoles yo a ellos cada vez que llegaba la regia visita, poniendo una carita de tonto de la que aún conservo vestigios.
Me volvieron a engañar con eso de los niños aerotransportados en cigüeña desde París. Cuando un compañero de clase  generalmente bien informado me explicó el mecanismo real, me pareció más raro todavía que la versión paterna.
Me engañó mi profesora de francés del instituto cuando me dijo que yo sabía francés. Fueron los franceses, se diga lo que se diga de ellos, los que me abrieron los ojos durante mi primer viaje a Francia; fueron muy simpáticos conmigo y se reían mucho con las cosas que yo les decía.
Me engañó en mi adolescencia una deliciosa criatura rubia con unos felinos ojos verdes que me miraban entreabiertos con devoradora intensidad. Cuando, derretidito perdido, estaba a punto de dejarme depredar por ella, observé que a todos los chicos los miraba igual, y también a las farolas, y a las esquinas. Descubrí que aquella mirada de la tigresa no era apasionada, sino miope, y que la muy presumida se negaba a usar gafas.
Me engañó la leyenda urbana que decía que el pétreo monumento ubicado en la Punta del Sebo de Huelva (ciudad que me vio nacer, aunque en seguida se puso a mirar para otro lado) era una erección de Colón, cuando en realidad la figura erigida era la de un franciscano, en honor de la comunidad religiosa que le ayudó decisivamente a hacer las Américas.
Y esto, doctor, es solo una muestra de la historia de mi vida, y no sigo porque ese dichoso cronómetro con el que está usted minutando la consulta me va a llevar a la ruina. Ahora podrá entender por qué le estoy pidiendo un tratamiento de desintoxicación. Estoy tan acostumbrado a que me engañen, que cuando hay elecciones leo los programas de todos los partidos políticos y, lo que es más grave, me he convertido en un adicto a la lectura compulsiva de la prensa. Al principio me conformaba con que los políticos y los periodistas me engañaran sólo en un periódico, pero ahora necesito, por lo menos, cuatro.”

Al llegar a este punto, el psicoanalista, que por una extravagante y casual anomalía no era argentino, estaba haciendo lo que era habitual en él cada vez que yo le hablaba desde el diván con los ojos cerrados, o sea, no me estaba escuchando, distraído en una desenfrenada búsqueda en sus fosas nasales, según se entra, al fondo a la derecha. Yo, por mi parte, como era también habitual, le pagué la consulta con un billete falso y un klinex agujereado en el centro para que pudiera meter el dedo en futuras prospecciones. Cerró ceremoniosamente su bloc de notas, abrió la puerta y me dijo: “Lo siento, amigo, lo suyo es incurable. Le espero el martes, como siempre”.


martes, 20 de noviembre de 2012

LOS OTROS NIÑOS-OBJETO



Hoy es el Día Universal del Niño

Ahí están. No los vemos, pero están ahí. Anónimos. Algunos merecen el ¿privilegio? de saltar a los periódicos. Casi ninguno en portada. Desde el interior nos miran, sorprendidos, rompiéndonos el alma durante el breve tiempo que transcurre hasta que pasamos la página. Con la profundidad y desolación de sus miradas parecen decirnos que no entienden nada, que ellos, simplemente, pasaban por aquí, por la vida, no saben por qué ni para qué. Son los otros niños-objeto.
Los niños siempre han sido niños-objeto. Es tan fácil utilizar a los niños. Los niños-objeto de siempre, los de toda la vida, eran y son esos pequeños seres repeinados y vestidos, como escapados de un figurín, utilizados por la publicidad como una vulnerable diana consumista, y por los padres como signo externo de prestigio social. O aquellas otras aburridas criaturas que bostezan mientras da vueltas y más vueltas el tren eléctrico que su padre le regaló para enterrar un lejano deseo.
Pero los que duelen son los otros. Los otros niños-objeto no son utilizados por la vanidad o la frustración, sino por el odio y la violencia. La utilización de los estos otros niños-objeto, más que pena, inspira terror. Son los niños secuestrados para extorsionar económicamente a sus padres; los utilizados por sus propios padres para extorsionar a la otra parte en los procesos de separación matrimonial; los niños vendidos en el mercado de adopciones, de órganos o de sexo; los niños maltratados, muertos y violados; los niños sucios, desnutridos y, a veces, drogados para su uso en el oficio de la mendicidad; los niños reventados en los conflictos bélicos; los niños-soldado que nunca llegarán a ser niños, a secas…
Pero, ¿para qué preocuparnos? Siempre cabe el recurso a la tranquilizadora anestesia que nos haga soñar que creemos en los milagrosos efectos de un festivo Día Universal del Niño o de unas sesudas Jornadas sobre la Infancia.
Felices sueños.


viernes, 9 de noviembre de 2012

SOBRE LA CREATIVIDAD




Hace unos meses pronuncié una conferencia en la Universidad de Alcalá de Henares titulada “La creatividad de artistas, investigadores, empresarios y otras gentes con imaginación”, lo que me obligó a manejar bastante documentación. Una de las fichas que abrí para organizarla fue la de citas relacionadas con la creatividad. He seleccionado hoy unas cuantas que destacan, sobre todo, que la condición necesaria (aunque no suficiente) para la creatividad, su primer mandamiento, es apartarse de lo ya sabido, o sea, ser un ex-céntrico (situarse fuera del centro del mundo conocido), un extra-vagante (salirse del marco y vagar por el exterior), un des-pistado (abandonar la pista trillada por los demás)…
Cedo la palabra a gente manifiestamente más ilustre que el bloguero que suscribe:

Si te consultan, no respondas nunca: “Eso es lo que suele preferir la mayoría”, porque precisamente eso convierte la respuesta en el peor consejo.
Séneca, Sobre la felicidad, II, 1

Uno de los rasgos del genio es no dejar al pensamiento arrastrarse por el trillado camino que sigue el vulgo
Stendhal, Rojo y negro

Lo único permanente es el cambio.
Heráclito

El que no inventa no vive.
Ana Mª Matute, Discurso recepción del Premio Cervantes 2011

El principio de lo nuevo siempre tiene lugar en el caos
Joseph Beuys (1921-1986)

El hombre razonable se adapta al mundo, el hombre que no lo es adapta el mundo a sí mismo; por consecuencia, todo progreso depende del hombre que no es razonable.
Bernard Shaw, citado por Enrique Jurado, El País 26/11/95

Ya lo decía Cromwel: “el que llega más lejos es el que no sabe a dónde va”. Prefiero fracasar deprisa, y seguir adelante una y otra vez.
Tom Peters, Forum Mundial de Marketing e Innovación, Madrid, Nov. 2007

El afán moderno de la originalidad le hace creer al artista mediocre que en simplemente diferir consiste el reto de la originalidad.
Gómez Dávila, citado por Ignacio Ruiz Quintano, Cultural de ABC, 30/06/07

El verdadero arte siempre ha sido flor silvestre, no de invernadero; siempre ha significado contestación, no acatamiento.
José M. de Prada, XL Semanal, 08/04/2007

En todo acto creativo coexiste el momento heroico (el desafío a las convenciones impuestas) con el momento cínico (la sumisión al mercado).
Eduardo Sanguinetti, citado por Jon Juaristi, ABC 11/09/2005

Los que sueñan de día perciben muchas más cosas que los que sueñan únicamente de noche
Edgar Allan Poe, citado por Ivan Cardoso en su película “El secreto de la momia”, 1982

Y tal vez la mejor de las recetas / es quitar de las casas los retratos / de todos los sensatos / y poner en su sitio a los poetas.
Enrique Jardiel Poncela, El sexo débil ha hecho gimnasia

El coraje de crear, como el de vivir, es el valor de renunciar a lo ya sabido
Hugo Mújica, entrevista en XL Semanal, 23/12/2007

Un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa
Mark Twain

viernes, 26 de octubre de 2012

PARÁBOLA DE LOS DOS PRESTIDIGITADORES



En aquel tiempo había dos prestidigitadores de asaz notoriedad cuya fama corría por todo el lugar, haciéndose lenguas de sus artes y habilidades caminantes y mercaderes, arrieros y sacamuelas, alcahuetas y sangradores, capadores y clérigos, busconas y pillos de todos los pelajes. Hasta en la intimidad umbría de los más inexpugnables claustros conventuales, filtradas las nuevas del mundo por las rendijas de tornos indiscretos y de no más discretos capellanes, hablábase entre avemaría y avemaría del truco prodigioso que cada uno de los prestidigitadores hacía.
Porque lo más notable del caso era que la merecida fama de los dos artistas basábase en un solo juego, pero realizado con perfección nunca vista; hasta olvidábase la buena gente de respirar, tal era la atención para descubrir el truco que, hasta los más simples sabían, debíase esconder tras de sus hábiles manipulaciones.
Iniciaba el primer prestidigitador su juego mostrando a la gente una moneda de plata. Después, quitándose el sombrero, la echaba dentro con gran aspaviento. La moneda desaparecía y nunca ojo de cristiano o de judío volvía a verla por los siglos de los siglos.
Obraba el segundo prestidigitador de forma parecida al primero pero terminando el juego de manera distinta: después de enseñar la moneda de plata y de echarla dentro del sombrero, ponía éste del revés y, ¡oh, prodigio!, salían dos monedas.
Ambos trucos eran notables y quienes los veían inclinábanse por el uno o por el otro y discutían con los de parecer opuesto las habilidades de su favorito.
Entre los primeros hallábanse prestamistas, recaudadores, corregidores, escribanos y funcionarios que administran las cosas públicas haciendo desaparecer con poco provecho tributos y regalías, y entre los segundos, mercaderes, artesanos y gentes laboriosas de industria y negocio.
En verdad, en verdad os digo que en circo mucho mérito es hacer desaparecer las cosas y de gran dificultad, también, hacer que se multipliquen. Mas no en la vida real, donde causa asaz quebranto la plata que desaparece y mucho gozo la que se multiplica.
El que tenga ojos, que vea; el que tenga oídos, que oiga.


viernes, 12 de octubre de 2012

VACACIONES SIN KODAK SON VACACIONES PERDIDAS




Canción fúnebre por Kodak

“Vacaciones sin Kodak son vacaciones perdidas”, rezaba, hacia la mitad del siglo pasado, el eslogan de la marca que llegó a ser el nombre genérico de las cámaras fotográficas. El más que probable cierre empresarial de Kodak, que por una garrafal falta de visión de futuro no apostó con suficiente ímpetu por la fotografía digital, me llena de nostalgia.
Con esta introducción se podrá entender por qué a una señora que vi, en un reciente viaje a Italia, delante de la catedral de Milán, le otorgué con todos los honores y versallesca reverencia el título de Gran Señora. En medio de una boscosa aglomeración de manos arriba asiendo cámaras digitales y otros artilugios que han banalizado la fotografía, mi desconocida y apreciada Gran Señora, después de ajustar los valores de su cámara analógica (diafragma, velocidad, enfoque…), cerrando con elegancia el ojo izquierdo, como haciendo un guiño cómplice al tiempo pasado, la aproximó al derecho y, mirando por el visor, inmortalizó, ¡en un carrete fotográfico!, la bellísima fachada catedralicia. Era un raro ejemplar, superviviente de una especie en extinción. Escondí en un bolsillo con gesto vergonzante mi cámara digital, recordando otros tiempos en los que yo, con una pasión heredada de mi padre, hacía las fotografías que quería y como quería, mientras que ahora las hace la cámara como ella quiere.

Al escribir este apunte de mi viaje al norte de Italia viene a mi memoria una divertida historia de otro viaje en la que una cámara fotográfica jugó un papel importante. Es la siguiente.

¡Qué noche aquella, cuando yo entré y salí del armario!

Ocurrió hace más de veinte años en un hotel de El Cairo. En el grupo con el que viajábamos mi esposa y yo, las mujeres ostentaban (y casi detentaban) una aplastante mayoría. Desde el comienzo del viaje me rodeó un aura de experto en fotografía debido a que llevaba, en una pequeña mochila, un par de  objetivos intercambiables, y también por mis contorsiones e inverosímiles posturas a la hora de buscar un encuadre original. Como consecuencia de mi fama, el mujerío se arremolinaba a mi alrededor para que les cargara la cámara con el carrete que acababan de comprar, para que les dijera cómo funcionaba e, incluso, para que yo mismo les hiciera la foto del grupo de amigas al lado de un camello.
Un día acudió a mi consultorio volante una señora porque el carrete no avanzaba. Tras una somera peritación dictaminé que la cámara se había bloqueado y, ante el gesto de desamparo de su propietaria, me comprometí a desbloquearla cuando llegáramos al hotel. “Eso sí -le advertí- tengo que abrir la cámara y se va a velar el carrete que tiene dentro”. Del desamparo pasó a la desolación y uno, que tenía que estar a la altura de su fama, avanzó un paso más en su oferta de servicios: “Voy a abrirla en la mayor oscuridad posible para sacar el carrete sin que se vele. Dentro de una hora, cuando anochezca, pasaré por tu habitación”. Así lo hice, y le pedí a mi cliente que apagara la luz, bajara las persianas y corriera las cortinas, cosa que hizo, pero aún así se filtraba un poco de luz exterior, por lo que no tuve mejor idea que meterme en el armario. A tientas abrí la cámara, saqué el carrete, lo rebobiné a mano, quedando salvado dentro de su chasis, cerré la cámara y comprobé que funcionaba perfectamente. Misión cumplida.
Justo en el momento en que yo salía del armario se abrió la puerta del pasillo, se encendió la luz y entró la compañera de habitación. Su cara de perplejidad es imaginable, y también lo que pensaría ante la escena: su amiga en una habitación a oscuras y un tipo saliendo del armario con una cámara de fotos en la mano; ¡vaya peliculón! El asunto quedó aclarado, incluso ante mi mujer, pero algunas dudas debieron de quedar en el grupo porque a partir de aquel día aumentó mi clientela.

sábado, 29 de septiembre de 2012

APUNTES DEL VERANO 2012 (Y III)


APUNTES DEL VERANO 2012 (y III)

Trillizas

En un descanso de la lectura, bajo mi acogedora sombrilla plantada a pocos metros de la orilla del mar, miro el paisaje humano que desfila por la arenosa pasarela que se extiende ante mí. Pasa una hermosa señora acompañada por unas preciosas trillizas adolescentes, copias exactas de ella. Desde la sombrilla vecina, otro mirón como yo comenta en voz alta: “¡Vaya señora!, parece que le han implantado una fotocopiadora intrauterina”.

La ola de calor

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET)  ha marcado el ritmo social del verano.
Entre las conversaciones de intercambio informativo durante la primera semana sobre cuándo hemos llegado a la playa y sobre qué día nos iremos (última semana), se producía un vacío de comunicación humana que las invasiones de medusas no lograban llenar, y tampoco la prima de riesgo, el déficit o la evolución de la Bolsa, temas sobre los que corríamos un tupido velo.
Pero nos salvó la AEMET anunciando con diez días de anticipación la llegada de una ola de calor, llenando así el hueco con conversaciones de enjundioso calado.
Al principio: “Qué calor vamos a pasar”
Días después: “¡Uf, qué calor hace!”
Y, a ola pasada: “Vaya un calorcito que hemos pasado”
Estas cosas no las viven quienes se van a veranear al norte -al Cantábrico, al Pirineo…-, porque, inevitablemente, nos contarán a su llegada que tenían que dormir con una manta. Lo que me recuerda que hace muchos años, cuando el antiguo régimen se resquebrajaba y por las rendijas se colaban “osadías” prohibidas hasta entonces, alguien escribió: “La secreta aspiración de los varones españoles que veranean en el sur es acostarse con una sueca, y la de los que veranean en el norte, acostarse con una manta”.

Visiones de neurastenia

Somnoliento, esperando que amainen los demoledores efectos de la cena y la sobremesa de anoche, me dedico a observar, desde mi cómodo mirador antropológico a la orilla del mar, a esos sacrificados ejemplares de la fauna estival que, con el pretexto de hacer ejercicio, corren desesperadamente hacia no sé dónde y ellos, quizás, tampoco. Empiezo a ver cosas muy raras que traen a mi memoria las “Visiones de neurastenia” de Wenceslao Fernández Flórez.  Detrás de una rolliza y sudorosa señora, y pese a su desenfrenada velocidad, veo correr un “michelín” celulítico en forma de morcilla de Burgos a punto de alcanzarla. Pisándole los talones a un velocista desencajado, que no conseguirá evitar que le atrape, veo una generosa tripa cervecera disfrazada de Angela Merkel.
Oigo un ruido a mis espaldas y no necesito volverme para saber que la neurastenia, vestida de psicoanalista argentino, está leyendo lo que escribo por encima de mi hombro. Lo que me faltaba. Me prometo fervientemente no alargar tanto la sobremesa de las cenas, como la de anoche, que duró hasta el amanecer. Y se me nota.

viernes, 14 de septiembre de 2012

APUNTES DEL VERANO 2012 (II)



Sol y sombra

He llegado muy temprano a la playa. A esta hora está solitaria y yo, con mi sombrilla, mi silla y mi libro, parezco el dueño del cortijo, o el guarda, según se mire. Me sumerjo en la lectura, ajeno al mundo que me rodea. La invisible esfera de mi intimidad se ve invadida repentinamente por una joven de agradable orografía corporal exhibida con generosidad. Extiende una toalla a un metro escaso de mí y, antes de tumbarse bajo un Sol de justicia, procede con sensual delectación a untarse, en sucesivas capas, un cóctel de salsas, pomadas y cocimientos varios que, si yo estuviera a estas horas para la lírica, diría que una suave brisa trae hasta mí su embriagador aroma, pero lo cierto es que la apestosa pócima me hace estornudar hasta cinco veces seguidas. Aunque intento concentrarme en la lectura, un inocente pensamiento fugaz me perturba: con tanta pringue como ha extendido por toda la parte visible y vistosa de su anatomía, si alguien quisiera abrazarla tendría que ponerse cadenas para no resbalarse. Descartado mi sex-appeal, que, si alguna vez lo tuve ha ido disminuyendo implacablemente durante los últimos cuarenta años, busco una razón que explique satisfactoriamente su invasiva proximidad, y no tardo en encontrarla: sin yo haberlo notado, la playa, hasta donde la vista alcanza, ha ido empedrándose con cuerpos broncíneos, todos tendidos al Sol, y el último espacio que había disponible era el ocupado por mi recién llegada vecina.
Bajo mi acogedora sombrilla me paro a pensar que todas las piezas yacentes de la alfombra humana que me rodea están adorando al dios Sol, a semejanza de muchos pueblos primitivos, y que yo, gracias al dios Sol, estoy un peldaño por encima en la escala de la civilización, porque del Sol lo que de verdad adoro es la sombra.


Los buenos amigos y los malos amigos

Un compañero del instituto, al que solo veo en verano, me contaba que se había propuesto la relectura, durante las vacaciones, de sus lejanos y buenos amigos de juventud, casi caídos en el olvido (Somerset Maugan, Stefan Zweig… o totalmente olvidados (William Saroyan…). Comenzó por Stefan Zweig, el gran escritor, biógrafo genial, con su “María Antonieta”, pero un [mal] amigo, para fastidiar, le reventó el final diciéndole que a la protagonista le cortan la cabeza. A partir de entonces, para evitar esa clase de golpes bajos, solamente lee atrincherado en la clandestinidad de su retrete, y el único libro que exhibe públicamente es “Las nuevas aventuras de Mortadelo y Filemón”.

Un encuentro peligroso

Me he cruzado con ella, nada más pasar el rompeolas, cuando yo entraba en el mar y ella salía. La miro de reojo. Es bella y delicada como una porcelana rosada y transparente. Se acerca lentamente hacia mí con una cadencia sinuosa y aparentemente casual, como arrastrada por el flujo y reflujo de las aguas. Me parece peligrosa y me pongo en guardia. Demasiado tarde. En un movimiento inesperado ha tocado mi mano derecha. Experimento una desagradable y desconocida sensación, como una descarga eléctrica. ¡Maldita medusa!

sábado, 1 de septiembre de 2012

APUNTES DEL VERANO 2012 (I)


Una familia de geometría variable

Al comenzar mis vacaciones playeras, Radio Mochuelo (o sea, el portero de la urbanización) ya me lo había advertido con una enigmática sonrisita:
-Tiene usted nuevos vecinos en el piso de arriba.
Yo no suelo prestar demasiada atención a los cuatro o cinco partes diarios que emite el diligente y voluntarioso informador con el ánimo de crear un positivo espíritu comunitario (“Los vecinos del 1ºB consumen muy poco agua; yo creo que ni se duchan”; “Los del ático C reciben a gente muy rara. Seguro que son nudistas y sólo se visten para disimular”). Tampoco la información sobre mi nuevo vecino me interesó demasiado, aunque la recordé frecuentemente: el ruido de pisadas en el apartamento de arriba era permanente, de día y de noche; por la escalera se veía un continuo trasiego de niños, siempre distintos… Pero, en fin, peores vecinos había tenido.
Un día coincidí en el ascensor con un desconocido de aspecto deplorable: despeinado, sin afeitar y con unas pronunciadas ojeras; la camisa y el pantalón estaban pidiendo a gritos que les dieran unas vueltecitas por la cubeta de la lavadora. Pero lo que más llamaba la atención era su chocante palidez a esas alturas del verano, cuando todos lucíamos una piel atezada que era la envidia de los pollos asados en su jugo. Tras un primer saludo, se presentó.
-Me llamo Carlos. Vivo en el 3ºA, ¿y tú?
-Encantado, Carlos, yo soy Javier y vivo debajo de ti.
-Ah, qué casualidad. Oye, creo que somos una familia algo ruidosa. No sé si te molestamos mucho.
-No te preocupes, Carlos, peores golpes da la vida. Pero, ¿dónde te metes, hombre? En quince días que llevo aquí no te he visto nunca.
-Ay, Javier, si yo te contara.
Esa es la frase introductoria de quienes te lo terminarán contando. Habíamos llegado a mi piso y, cuando salí del ascensor, él lo hizo detrás de mí.
-Subiré andando el tramo que falta. Pero te debo una explicación por las molestias que te ocasionamos.
Lo invité a entrar en mi casa y, entre trago y trago de cerveza, me contó su ajetreado verano. Tenía lo que él llamaba una familia de geometría variable, sorprendente expresión que significaba que el volumen de la tropa infantil podía oscilar entre uno y siete niños.
Carlos se había casado dos veces y sus parejas, otras dos. Cada una de esas cuatro uniones había tenido sus frutos, reflejados puntualmente en el Censo Nacional de Población. Hasta ahí, nada llamativo, eso pasa en las mejores familias. Pero mi vecino, para su desgracia, había comprado el piso en la playa y, el muy infeliz, lo había puesto a disposición de toda esa caterva infantil.
Su generosidad se vio recompensada con la presencia de sus cuatro hijos (dos con su actual esposa y otros dos con la anterior), más dos hijos de un primer matrimonio de su mujer y uno de la segunda pareja de su primera esposa. Si no conté mal con los dedos mientras él hablaba, me salían siete, y los siete, correspondiendo a la generosidad de Carlos, estaban de vacaciones en su piso.
-¿Puedes creer, Javier, que todavía, en quince días, no he podido pisar la playa ni bajar a la piscina? Así estoy de paliducho y agotado. Y todavía quedan otros quince días; no creo que sobreviva.
Dicen los físicos que el movimiento continuo no existe, pero las desdichadas vacaciones de mi vecino estaban poniendo en cuestión dicho principio.
-Horrible, Javier, horrible. Para muestra, el día de hoy, y así han sido todos. Esta mañana ya he ido al aeropuerto a recoger a H5, el hijo mayor del primer matrimonio de mi segunda mujer, que venía de Dublín. No te extrañe lo de H5; he tenido que numerarlos y ponerle un dorsal a cada uno para llevar un mínimo control. Pero continúo: después del aeropuerto he ido a la estación del tren para dejar a H4 con destino Madrid, donde pasará una semana (¡aunque volverá!) con su madre. Esta tarde, según mi agenda, tendré que recoger a H6 en un campamento infantil que hay a cien kilómetros de aquí y llevar a la estación de autobuses a H2, que ahora mismo ni sé quién es ni tengo puñetera idea de a dónde va. En estas circunstancias no es raro que un día apareciera en mi casa un niño sin dorsal al que había secuestrado no sé en qué aeropuerto o en qué estación; o que el sábado pasado se me perdiera H1 (apareció por la noche, cuando extendimos las camas plegables: se había quedado atrapado en una de ellas).
-Gracias, Javier -terminó-, esta es la primera cerveza que puedo tomar tranqui... ¡¿Tranqui-quéeee?! ¡¡¡Pero si son ya las siete y el campamento de H6 está a más de una hora de aquí y el autobús de H2 ya habrá salido!!!


sábado, 21 de julio de 2012

APUNTES DE UN VIAJE POR EL NORTE DE ITALIA



Aquí, un turista

Yo sé que algunos me retirarán el saludo (o casi, ¿verdad, R.B.D.?), pero estoy obligado a declarar, como si estuviéramos en una reunión de Turistas Anónimos: “Me llamo Javier y soy turista”

¿Cómo se llama la gente de Como?

Protegidos de las llamas caniculares del calibre 38 (grados a la sombra) gracias al aire acondicionado de una trattoria, mientras en el exterior las aguas del Lago de Como están al borde de la ebullición, unos amigos y yo, en perfecto e inmejorable estado de aplatanamiento físico y mental, intentamos adivinar cuál es el gentilicio de los habitantes de esta ciudad: ¿comodoro, comodín, comodón, comositalcosa…? Desde una mesa contigua, un nativo ilustrado pone sus puntos sobre nuestras íes: “Actualmente, los habitantes de Como nos llamamos comascos, pero el primitivo gentilicio era comense”. Ante ese golpe disuasorio de ciencia, la galbana nos impide reanudar nuestra tormenta de ideas.

La casa de Julieta

El lugar más visitado de Verona es la casa de Julieta. Parece ser que allí vivió una persona que nunca existió: la fantasía de los italianos no tiene límites. Menudo filón para las empresas turísticas; cualquier día nos ofrecerán un viaje que no es viaje al País de las Maravillas y nos enseñarán la casa de Alicia con el Gato de Cheshire disecado encima del aparador.

El glorioso idioma español

Zapeando en el televisor del hotel de Bolonia encuentro dos cadenas que emiten en español. En una de ellas, venezolana, Hugo Chávez intenta imitarse a sí mismo; la otra es la más zafia, vulgar y “arsa la grasia, mi arma” de nuestro país: la autonómica de Andalucía, Canal Sur. ¡Vaya embajada cultural en el mundo a través de nuestro idioma!. Abochornado como español y como andaluz, me duermo plácidamente arrullado por la voz de la presentadora de un canal japonés.

La frecuencia de las cosas, o las cosas de la frecuencia

El guía de una excursión decide utilizar técnicas más modernas que el grito desaforado, y nos cuelga del cuello un pequeño receptor, metiendo sin compasión un pinganillo en nuestras orejas. Al finalizar las prolijas instrucciones sobre cómo funciona el artilugio y cómo se selecciona la frecuencia en la que él va a emitir, nos dice que levante la mano quien tenga algún problema con la frecuencia. Más de la mitad del grupo levanta la mano. Quizás no entendieron bien a qué frecuencia se refería.

Sobre los perniciosos efectos de la bebida

Estamos a un tiro de piedra de los Alpes, pero el calor es asfixiante y se produce la siguiente cadena de causa-efecto: el calor obliga a beber mucho líquido para refrescarse; esa abundante ingestión ha de evacuarse; al estar los lugares que visito en temporada turística alta, las colas de angustiadas usuarias en las puertas de los lavabos son kilométricas. Yo tomo nota de mis observaciones para un ensayo que algún día no escribiré sobre la solidaridad y la convivencia urinarias de las mujeres.