sábado, 29 de diciembre de 2012

LOS VINOS Y LOS AMIGOS (Y II)



“Si quieres vivir mucho, guarda un poco de vino rancio y un viejo amigo” (Pitágoras)

Decía en la anterior entrega que iba a seguir demostrando que el lenguaje del vino es un filón inagotable de similitudes a la hora de calificar y definir a nuestros amigos.
Voy a reproducir literalmente una breve selección del vocabulario del vino que he encontrado en un libro de cata. Yo me he limitado a cambiar la palabra “vino” por “amigo”.

ÁCIDO
Amigo que presenta un exceso de acidez. También se le puede llamar “picado”
AGRESIVO
Amigo sumamente ácido y desagradable.
ALEGRE
Ligero y fresco; fácil, sin complejidad.
AMABLE
Término utilizado para algunos amigos en extremo agradables.
APAGADO
Falto de brío.
ARMÓNICO
Con una gran conjunción y perfecto equilibrio en todos sus caracteres.
CARÁCTER
Amigo con personalidad
CARNOSO
Amigo con cuerpo, bien conjuntado, que produce una amplia impresión física.
COMPLEJO
Que ofrece una amplia gama de sensaciones.
COMÚN
Corriente, sin cualidades.
CRUDO
Joven, sin terminar; tierno.
DECRÉPITO
Defectuoso por excesivo envejecimiento.
DEGRADADO
Amigo en el que sus cualidades van evolucionando a peor.
DESCOMPUESTO
Mal conservado, de mal gusto.
ELEGANTE
Equilibrado y con delicadas y sugerentes sensaciones.
ESTABLE
Que mantiene sus cualidades y caracteres sin cambios negativos.
FRANCO
Anterior Jefe del Estado español (1892-1975).
Por caprichos del lenguaje, dícese de un amigo que no engaña, que se expresa claramente y con honradez.
GOLOSO
Se dice de los amigos cuya cata es muy placentera.
LIMPIO
De aspecto transparente, bien presentado.
PELEÓN
Corriente y vulgar
PESADO
Amigo que, si bien no presenta defectos significativos, resulta poco grato.
ROBUSTO
Bien dotado de cuerpo
SUCIO
Con olores extraños e impropios de su crianza.

Me estoy poniendo pesadito, pero esto es sólo un avance. Todavía me queda mucho por investigar.
A la hora de establecer un paralelismo exhaustivo y sin fisuras entre la operación de la cata de un vino y la de un amigo, no siempre lo encuentro de forma satisfactoria. Por ejemplo, en un manual de cata se dice que el procedimiento para valorar la transparencia del vino consiste en pasar un objeto o un dedo por el culo de la copa, situada sobre un fondo blanco. Creo que muchas amistades se romperían si intentáramos hacerles esta prueba de transparencia, aunque, no nos engañemos, en algunos casos, este puede ser el comienzo de una gran amistad.
Y con esta frase, que es la frase final de la película “Casablanca", voy a terminar yo también. Es una frase que me gusta tanto, que siempre me las arreglo para colocarla, venga o no venga a cuento.
Gracias por vuestra atención, mis queridos, alegres, amables, amorosos, armónicos, elegantes, golosos, robustos, vivos y, en algunos casos, añejos amigos. Consideradme vuestro “gran reserva" de la amistad. Espero no avinagrarme más con el paso del tiempo, pero si alguno quiere hacerme la prueba de la transparencia descrita anteriormente... ¡NI SE LE OCURRA!

sábado, 15 de diciembre de 2012

LOS VINOS Y LOS AMIGOS (I)


Para empezar, voy a deshacer la ambigüedad del título diciendo de qué no voy a hablar.
No voy a hablar de la tercera fase en el proceso de la borrachera, cogorza, melopea, embriaguez, curda, turca, mona, pítima, tablón, tajada, merluza, tranca o papalina; la tercera fase, decía, consistente en la exaltación de la amistad.
Porque como todo el mundo sabe, a partir de cierta saturación etílica, se entra en una primera fase, la polifónica, consistente en cantar a coro “Asturias patria querida, Asturias de mis amores, o las variantes regionales que corresponda. La segunda fase, la itinerante, consiste en abrazarse a las farolas eléctricas, y no precisamente por amor al kilovatio. Y llegamos a la tercera: la exaltación de la amistad. En esa fase se experimenta una especial ternura por el amigo y se le dan aparatosos abrazos destacando sus inexistentes virtudes y sellando un pacto de amistad de volátil eternidad.
Bueno, pues esta relación de la que estoy hablando entre el vino y la amistad no tiene nada que ver con lo que quiero contaros y, por lo tanto, no voy a hablar de ella.
Entonces, se estarán preguntando los esforzados lectores que hayan llegado hasta aquí, ¿de qué va hoy este tío? Si lo piensan y no se van es porque: primero, son buenos amigos; segundo, son de buena crianza.
Y así, burla burlando, diría Lope, ha aparecido un primer factor común al amigo y al vino: la crianza. Y sobre esto sí que versa mi entrega de hoy.
Hace unos doce años, cuando terminó la asamblea en la que dejé, después de ocho años, la presidencia de una asociación de cierta notoriedad pública, fui asaltado por un gran número de periodistas, o sea, dos becarios, que buscaban, en exclusiva mundial, las primeras declaraciones de aquel reciente y modesto “ex”. Uno de ellos me preguntó:
- En estos años de presidencia, habrá hecho usted muchos amigos, ¿no?
Aunque quise ponerme estupendo en la respuesta, sólo se me ocurrió, a bote pronto, esta tontería:
- Bueno... esto... eeeemm... Yo creo que a los amigos, como a los vinos, hay que dejarlos en reposo... y el tiempo tiene la última palabra.
Pero al cabo de las horas, al cabo de los días, la respuesta resonaba todavía, rebotando alocadamente por pliegues y recovecos en mi cerebro. Pensándolo bien, lo que dije no era ninguna tontería; cada vez lo encontraba más cargado de sentido común, porque la relación, equiparación o paralelismo entre los amigos y los vinos es más evidente de lo que parece.
La primera similitud se desprende directamente de mi respuesta al periodista: “El tiempo tiene la última palabra”. En efecto, los amigos, como los vinos, pueden ser del año (tienen escaso recorrido, duran poco, se avinagran pronto); de reserva (se conservan durante un tiempo razonable; mantienen, e incluso pueden mejorar sus cualidades con los años); de gran reserva (son para toda la vida, o casi; aunque los arrinconemos durante largas temporadas, mantienen vivos sus principios y, cuando recurrimos a ellos, pocas veces nos defraudan).
Sin ánimo de agotar los paralelismos, que son muchos, todos tenemos en nuestra amigoteca mental, que es el lugar donde se coleccionan, almacenan y clasifican las amistades, algunos amigos que, como ciertos vinos, nos producen un insufrible dolor de cabeza e incluso vomitera. Y no digamos nada de esos otros cuyo trato frecuente, abrumador y obsesivo requieren, de vez en cuando, una cura de desintoxicación.
Pero es en la cata y degustación de los vinos donde encontramos un lenguaje que igual sirve para calificar a un vino que a una persona.
Leemos, por ejemplo, en una guía de vinos refiriéndose a un Penedés: “Tiene rasgos de buena crianza; equilibrado y agradable, complejo y elegante” Podríamos preguntarnos: ¿Se refiere a un vino o a un amigo común? Pero la valoración no termina ahí. La ambigüedad puede acabar rozando… Bueno, que cada uno piense lo que quiera: “Es carnoso, muy largo y con un magnífico retrogusto en el paso por la boca.”
La degustación y la cata de un vino, por lo que vemos, son similares a la valoración de un amigo.
Leemos en un manual de cata: “La degustación permite, por mediación de los sentidos, definir un conjunto de impresiones y sensaciones, buenas o malas, a nivel del tacto, de la vista, del olfato y del gusto”.
Aquí me vais a permitir que tire piedras sobre mi propio tejado rompiendo el paralelismo: hay amigos y amigas a quienes puede ser muy placentero valorar mediante la vista, el tacto, el olfato y el gusto; pero otros, y tengo en mente a tres o cuatro, a quienes ni borracho cataría con el tacto o con el gusto y, desde luego, con el olfato, ni muerto.
En la próxima entrega voy a seguir demostrando que el lenguaje del vino es un filón inagotable de similitudes a la hora de calificar y definir a nuestros amigos, copiando literalmente un vocabulario del vino, con la sugerencia de que se sustituya la palabra “vino” por “amigo”:

Continuará en la próxima entrega

sábado, 1 de diciembre de 2012

ENGÁÑAME UN POQUITO, POR FAVOR



“Doctor: mis padres me engañaron con aquella historia de los Reyes Magos de Oriente. Cuando me enteré de la verdad estuve tres años engañándoles yo a ellos cada vez que llegaba la regia visita, poniendo una carita de tonto de la que aún conservo vestigios.
Me volvieron a engañar con eso de los niños aerotransportados en cigüeña desde París. Cuando un compañero de clase  generalmente bien informado me explicó el mecanismo real, me pareció más raro todavía que la versión paterna.
Me engañó mi profesora de francés del instituto cuando me dijo que yo sabía francés. Fueron los franceses, se diga lo que se diga de ellos, los que me abrieron los ojos durante mi primer viaje a Francia; fueron muy simpáticos conmigo y se reían mucho con las cosas que yo les decía.
Me engañó en mi adolescencia una deliciosa criatura rubia con unos felinos ojos verdes que me miraban entreabiertos con devoradora intensidad. Cuando, derretidito perdido, estaba a punto de dejarme depredar por ella, observé que a todos los chicos los miraba igual, y también a las farolas, y a las esquinas. Descubrí que aquella mirada de la tigresa no era apasionada, sino miope, y que la muy presumida se negaba a usar gafas.
Me engañó la leyenda urbana que decía que el pétreo monumento ubicado en la Punta del Sebo de Huelva (ciudad que me vio nacer, aunque en seguida se puso a mirar para otro lado) era una erección de Colón, cuando en realidad la figura erigida era la de un franciscano, en honor de la comunidad religiosa que le ayudó decisivamente a hacer las Américas.
Y esto, doctor, es solo una muestra de la historia de mi vida, y no sigo porque ese dichoso cronómetro con el que está usted minutando la consulta me va a llevar a la ruina. Ahora podrá entender por qué le estoy pidiendo un tratamiento de desintoxicación. Estoy tan acostumbrado a que me engañen, que cuando hay elecciones leo los programas de todos los partidos políticos y, lo que es más grave, me he convertido en un adicto a la lectura compulsiva de la prensa. Al principio me conformaba con que los políticos y los periodistas me engañaran sólo en un periódico, pero ahora necesito, por lo menos, cuatro.”

Al llegar a este punto, el psicoanalista, que por una extravagante y casual anomalía no era argentino, estaba haciendo lo que era habitual en él cada vez que yo le hablaba desde el diván con los ojos cerrados, o sea, no me estaba escuchando, distraído en una desenfrenada búsqueda en sus fosas nasales, según se entra, al fondo a la derecha. Yo, por mi parte, como era también habitual, le pagué la consulta con un billete falso y un klinex agujereado en el centro para que pudiera meter el dedo en futuras prospecciones. Cerró ceremoniosamente su bloc de notas, abrió la puerta y me dijo: “Lo siento, amigo, lo suyo es incurable. Le espero el martes, como siempre”.


martes, 20 de noviembre de 2012

LOS OTROS NIÑOS-OBJETO



Hoy es el Día Universal del Niño

Ahí están. No los vemos, pero están ahí. Anónimos. Algunos merecen el ¿privilegio? de saltar a los periódicos. Casi ninguno en portada. Desde el interior nos miran, sorprendidos, rompiéndonos el alma durante el breve tiempo que transcurre hasta que pasamos la página. Con la profundidad y desolación de sus miradas parecen decirnos que no entienden nada, que ellos, simplemente, pasaban por aquí, por la vida, no saben por qué ni para qué. Son los otros niños-objeto.
Los niños siempre han sido niños-objeto. Es tan fácil utilizar a los niños. Los niños-objeto de siempre, los de toda la vida, eran y son esos pequeños seres repeinados y vestidos, como escapados de un figurín, utilizados por la publicidad como una vulnerable diana consumista, y por los padres como signo externo de prestigio social. O aquellas otras aburridas criaturas que bostezan mientras da vueltas y más vueltas el tren eléctrico que su padre le regaló para enterrar un lejano deseo.
Pero los que duelen son los otros. Los otros niños-objeto no son utilizados por la vanidad o la frustración, sino por el odio y la violencia. La utilización de los estos otros niños-objeto, más que pena, inspira terror. Son los niños secuestrados para extorsionar económicamente a sus padres; los utilizados por sus propios padres para extorsionar a la otra parte en los procesos de separación matrimonial; los niños vendidos en el mercado de adopciones, de órganos o de sexo; los niños maltratados, muertos y violados; los niños sucios, desnutridos y, a veces, drogados para su uso en el oficio de la mendicidad; los niños reventados en los conflictos bélicos; los niños-soldado que nunca llegarán a ser niños, a secas…
Pero, ¿para qué preocuparnos? Siempre cabe el recurso a la tranquilizadora anestesia que nos haga soñar que creemos en los milagrosos efectos de un festivo Día Universal del Niño o de unas sesudas Jornadas sobre la Infancia.
Felices sueños.


viernes, 9 de noviembre de 2012

SOBRE LA CREATIVIDAD




Hace unos meses pronuncié una conferencia en la Universidad de Alcalá de Henares titulada “La creatividad de artistas, investigadores, empresarios y otras gentes con imaginación”, lo que me obligó a manejar bastante documentación. Una de las fichas que abrí para organizarla fue la de citas relacionadas con la creatividad. He seleccionado hoy unas cuantas que destacan, sobre todo, que la condición necesaria (aunque no suficiente) para la creatividad, su primer mandamiento, es apartarse de lo ya sabido, o sea, ser un ex-céntrico (situarse fuera del centro del mundo conocido), un extra-vagante (salirse del marco y vagar por el exterior), un des-pistado (abandonar la pista trillada por los demás)…
Cedo la palabra a gente manifiestamente más ilustre que el bloguero que suscribe:

Si te consultan, no respondas nunca: “Eso es lo que suele preferir la mayoría”, porque precisamente eso convierte la respuesta en el peor consejo.
Séneca, Sobre la felicidad, II, 1

Uno de los rasgos del genio es no dejar al pensamiento arrastrarse por el trillado camino que sigue el vulgo
Stendhal, Rojo y negro

Lo único permanente es el cambio.
Heráclito

El que no inventa no vive.
Ana Mª Matute, Discurso recepción del Premio Cervantes 2011

El principio de lo nuevo siempre tiene lugar en el caos
Joseph Beuys (1921-1986)

El hombre razonable se adapta al mundo, el hombre que no lo es adapta el mundo a sí mismo; por consecuencia, todo progreso depende del hombre que no es razonable.
Bernard Shaw, citado por Enrique Jurado, El País 26/11/95

Ya lo decía Cromwel: “el que llega más lejos es el que no sabe a dónde va”. Prefiero fracasar deprisa, y seguir adelante una y otra vez.
Tom Peters, Forum Mundial de Marketing e Innovación, Madrid, Nov. 2007

El afán moderno de la originalidad le hace creer al artista mediocre que en simplemente diferir consiste el reto de la originalidad.
Gómez Dávila, citado por Ignacio Ruiz Quintano, Cultural de ABC, 30/06/07

El verdadero arte siempre ha sido flor silvestre, no de invernadero; siempre ha significado contestación, no acatamiento.
José M. de Prada, XL Semanal, 08/04/2007

En todo acto creativo coexiste el momento heroico (el desafío a las convenciones impuestas) con el momento cínico (la sumisión al mercado).
Eduardo Sanguinetti, citado por Jon Juaristi, ABC 11/09/2005

Los que sueñan de día perciben muchas más cosas que los que sueñan únicamente de noche
Edgar Allan Poe, citado por Ivan Cardoso en su película “El secreto de la momia”, 1982

Y tal vez la mejor de las recetas / es quitar de las casas los retratos / de todos los sensatos / y poner en su sitio a los poetas.
Enrique Jardiel Poncela, El sexo débil ha hecho gimnasia

El coraje de crear, como el de vivir, es el valor de renunciar a lo ya sabido
Hugo Mújica, entrevista en XL Semanal, 23/12/2007

Un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa
Mark Twain

viernes, 26 de octubre de 2012

PARÁBOLA DE LOS DOS PRESTIDIGITADORES



En aquel tiempo había dos prestidigitadores de asaz notoriedad cuya fama corría por todo el lugar, haciéndose lenguas de sus artes y habilidades caminantes y mercaderes, arrieros y sacamuelas, alcahuetas y sangradores, capadores y clérigos, busconas y pillos de todos los pelajes. Hasta en la intimidad umbría de los más inexpugnables claustros conventuales, filtradas las nuevas del mundo por las rendijas de tornos indiscretos y de no más discretos capellanes, hablábase entre avemaría y avemaría del truco prodigioso que cada uno de los prestidigitadores hacía.
Porque lo más notable del caso era que la merecida fama de los dos artistas basábase en un solo juego, pero realizado con perfección nunca vista; hasta olvidábase la buena gente de respirar, tal era la atención para descubrir el truco que, hasta los más simples sabían, debíase esconder tras de sus hábiles manipulaciones.
Iniciaba el primer prestidigitador su juego mostrando a la gente una moneda de plata. Después, quitándose el sombrero, la echaba dentro con gran aspaviento. La moneda desaparecía y nunca ojo de cristiano o de judío volvía a verla por los siglos de los siglos.
Obraba el segundo prestidigitador de forma parecida al primero pero terminando el juego de manera distinta: después de enseñar la moneda de plata y de echarla dentro del sombrero, ponía éste del revés y, ¡oh, prodigio!, salían dos monedas.
Ambos trucos eran notables y quienes los veían inclinábanse por el uno o por el otro y discutían con los de parecer opuesto las habilidades de su favorito.
Entre los primeros hallábanse prestamistas, recaudadores, corregidores, escribanos y funcionarios que administran las cosas públicas haciendo desaparecer con poco provecho tributos y regalías, y entre los segundos, mercaderes, artesanos y gentes laboriosas de industria y negocio.
En verdad, en verdad os digo que en circo mucho mérito es hacer desaparecer las cosas y de gran dificultad, también, hacer que se multipliquen. Mas no en la vida real, donde causa asaz quebranto la plata que desaparece y mucho gozo la que se multiplica.
El que tenga ojos, que vea; el que tenga oídos, que oiga.


viernes, 12 de octubre de 2012

VACACIONES SIN KODAK SON VACACIONES PERDIDAS




Canción fúnebre por Kodak

“Vacaciones sin Kodak son vacaciones perdidas”, rezaba, hacia la mitad del siglo pasado, el eslogan de la marca que llegó a ser el nombre genérico de las cámaras fotográficas. El más que probable cierre empresarial de Kodak, que por una garrafal falta de visión de futuro no apostó con suficiente ímpetu por la fotografía digital, me llena de nostalgia.
Con esta introducción se podrá entender por qué a una señora que vi, en un reciente viaje a Italia, delante de la catedral de Milán, le otorgué con todos los honores y versallesca reverencia el título de Gran Señora. En medio de una boscosa aglomeración de manos arriba asiendo cámaras digitales y otros artilugios que han banalizado la fotografía, mi desconocida y apreciada Gran Señora, después de ajustar los valores de su cámara analógica (diafragma, velocidad, enfoque…), cerrando con elegancia el ojo izquierdo, como haciendo un guiño cómplice al tiempo pasado, la aproximó al derecho y, mirando por el visor, inmortalizó, ¡en un carrete fotográfico!, la bellísima fachada catedralicia. Era un raro ejemplar, superviviente de una especie en extinción. Escondí en un bolsillo con gesto vergonzante mi cámara digital, recordando otros tiempos en los que yo, con una pasión heredada de mi padre, hacía las fotografías que quería y como quería, mientras que ahora las hace la cámara como ella quiere.

Al escribir este apunte de mi viaje al norte de Italia viene a mi memoria una divertida historia de otro viaje en la que una cámara fotográfica jugó un papel importante. Es la siguiente.

¡Qué noche aquella, cuando yo entré y salí del armario!

Ocurrió hace más de veinte años en un hotel de El Cairo. En el grupo con el que viajábamos mi esposa y yo, las mujeres ostentaban (y casi detentaban) una aplastante mayoría. Desde el comienzo del viaje me rodeó un aura de experto en fotografía debido a que llevaba, en una pequeña mochila, un par de  objetivos intercambiables, y también por mis contorsiones e inverosímiles posturas a la hora de buscar un encuadre original. Como consecuencia de mi fama, el mujerío se arremolinaba a mi alrededor para que les cargara la cámara con el carrete que acababan de comprar, para que les dijera cómo funcionaba e, incluso, para que yo mismo les hiciera la foto del grupo de amigas al lado de un camello.
Un día acudió a mi consultorio volante una señora porque el carrete no avanzaba. Tras una somera peritación dictaminé que la cámara se había bloqueado y, ante el gesto de desamparo de su propietaria, me comprometí a desbloquearla cuando llegáramos al hotel. “Eso sí -le advertí- tengo que abrir la cámara y se va a velar el carrete que tiene dentro”. Del desamparo pasó a la desolación y uno, que tenía que estar a la altura de su fama, avanzó un paso más en su oferta de servicios: “Voy a abrirla en la mayor oscuridad posible para sacar el carrete sin que se vele. Dentro de una hora, cuando anochezca, pasaré por tu habitación”. Así lo hice, y le pedí a mi cliente que apagara la luz, bajara las persianas y corriera las cortinas, cosa que hizo, pero aún así se filtraba un poco de luz exterior, por lo que no tuve mejor idea que meterme en el armario. A tientas abrí la cámara, saqué el carrete, lo rebobiné a mano, quedando salvado dentro de su chasis, cerré la cámara y comprobé que funcionaba perfectamente. Misión cumplida.
Justo en el momento en que yo salía del armario se abrió la puerta del pasillo, se encendió la luz y entró la compañera de habitación. Su cara de perplejidad es imaginable, y también lo que pensaría ante la escena: su amiga en una habitación a oscuras y un tipo saliendo del armario con una cámara de fotos en la mano; ¡vaya peliculón! El asunto quedó aclarado, incluso ante mi mujer, pero algunas dudas debieron de quedar en el grupo porque a partir de aquel día aumentó mi clientela.

sábado, 29 de septiembre de 2012

APUNTES DEL VERANO 2012 (Y III)


APUNTES DEL VERANO 2012 (y III)

Trillizas

En un descanso de la lectura, bajo mi acogedora sombrilla plantada a pocos metros de la orilla del mar, miro el paisaje humano que desfila por la arenosa pasarela que se extiende ante mí. Pasa una hermosa señora acompañada por unas preciosas trillizas adolescentes, copias exactas de ella. Desde la sombrilla vecina, otro mirón como yo comenta en voz alta: “¡Vaya señora!, parece que le han implantado una fotocopiadora intrauterina”.

La ola de calor

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET)  ha marcado el ritmo social del verano.
Entre las conversaciones de intercambio informativo durante la primera semana sobre cuándo hemos llegado a la playa y sobre qué día nos iremos (última semana), se producía un vacío de comunicación humana que las invasiones de medusas no lograban llenar, y tampoco la prima de riesgo, el déficit o la evolución de la Bolsa, temas sobre los que corríamos un tupido velo.
Pero nos salvó la AEMET anunciando con diez días de anticipación la llegada de una ola de calor, llenando así el hueco con conversaciones de enjundioso calado.
Al principio: “Qué calor vamos a pasar”
Días después: “¡Uf, qué calor hace!”
Y, a ola pasada: “Vaya un calorcito que hemos pasado”
Estas cosas no las viven quienes se van a veranear al norte -al Cantábrico, al Pirineo…-, porque, inevitablemente, nos contarán a su llegada que tenían que dormir con una manta. Lo que me recuerda que hace muchos años, cuando el antiguo régimen se resquebrajaba y por las rendijas se colaban “osadías” prohibidas hasta entonces, alguien escribió: “La secreta aspiración de los varones españoles que veranean en el sur es acostarse con una sueca, y la de los que veranean en el norte, acostarse con una manta”.

Visiones de neurastenia

Somnoliento, esperando que amainen los demoledores efectos de la cena y la sobremesa de anoche, me dedico a observar, desde mi cómodo mirador antropológico a la orilla del mar, a esos sacrificados ejemplares de la fauna estival que, con el pretexto de hacer ejercicio, corren desesperadamente hacia no sé dónde y ellos, quizás, tampoco. Empiezo a ver cosas muy raras que traen a mi memoria las “Visiones de neurastenia” de Wenceslao Fernández Flórez.  Detrás de una rolliza y sudorosa señora, y pese a su desenfrenada velocidad, veo correr un “michelín” celulítico en forma de morcilla de Burgos a punto de alcanzarla. Pisándole los talones a un velocista desencajado, que no conseguirá evitar que le atrape, veo una generosa tripa cervecera disfrazada de Angela Merkel.
Oigo un ruido a mis espaldas y no necesito volverme para saber que la neurastenia, vestida de psicoanalista argentino, está leyendo lo que escribo por encima de mi hombro. Lo que me faltaba. Me prometo fervientemente no alargar tanto la sobremesa de las cenas, como la de anoche, que duró hasta el amanecer. Y se me nota.

viernes, 14 de septiembre de 2012

APUNTES DEL VERANO 2012 (II)



Sol y sombra

He llegado muy temprano a la playa. A esta hora está solitaria y yo, con mi sombrilla, mi silla y mi libro, parezco el dueño del cortijo, o el guarda, según se mire. Me sumerjo en la lectura, ajeno al mundo que me rodea. La invisible esfera de mi intimidad se ve invadida repentinamente por una joven de agradable orografía corporal exhibida con generosidad. Extiende una toalla a un metro escaso de mí y, antes de tumbarse bajo un Sol de justicia, procede con sensual delectación a untarse, en sucesivas capas, un cóctel de salsas, pomadas y cocimientos varios que, si yo estuviera a estas horas para la lírica, diría que una suave brisa trae hasta mí su embriagador aroma, pero lo cierto es que la apestosa pócima me hace estornudar hasta cinco veces seguidas. Aunque intento concentrarme en la lectura, un inocente pensamiento fugaz me perturba: con tanta pringue como ha extendido por toda la parte visible y vistosa de su anatomía, si alguien quisiera abrazarla tendría que ponerse cadenas para no resbalarse. Descartado mi sex-appeal, que, si alguna vez lo tuve ha ido disminuyendo implacablemente durante los últimos cuarenta años, busco una razón que explique satisfactoriamente su invasiva proximidad, y no tardo en encontrarla: sin yo haberlo notado, la playa, hasta donde la vista alcanza, ha ido empedrándose con cuerpos broncíneos, todos tendidos al Sol, y el último espacio que había disponible era el ocupado por mi recién llegada vecina.
Bajo mi acogedora sombrilla me paro a pensar que todas las piezas yacentes de la alfombra humana que me rodea están adorando al dios Sol, a semejanza de muchos pueblos primitivos, y que yo, gracias al dios Sol, estoy un peldaño por encima en la escala de la civilización, porque del Sol lo que de verdad adoro es la sombra.


Los buenos amigos y los malos amigos

Un compañero del instituto, al que solo veo en verano, me contaba que se había propuesto la relectura, durante las vacaciones, de sus lejanos y buenos amigos de juventud, casi caídos en el olvido (Somerset Maugan, Stefan Zweig… o totalmente olvidados (William Saroyan…). Comenzó por Stefan Zweig, el gran escritor, biógrafo genial, con su “María Antonieta”, pero un [mal] amigo, para fastidiar, le reventó el final diciéndole que a la protagonista le cortan la cabeza. A partir de entonces, para evitar esa clase de golpes bajos, solamente lee atrincherado en la clandestinidad de su retrete, y el único libro que exhibe públicamente es “Las nuevas aventuras de Mortadelo y Filemón”.

Un encuentro peligroso

Me he cruzado con ella, nada más pasar el rompeolas, cuando yo entraba en el mar y ella salía. La miro de reojo. Es bella y delicada como una porcelana rosada y transparente. Se acerca lentamente hacia mí con una cadencia sinuosa y aparentemente casual, como arrastrada por el flujo y reflujo de las aguas. Me parece peligrosa y me pongo en guardia. Demasiado tarde. En un movimiento inesperado ha tocado mi mano derecha. Experimento una desagradable y desconocida sensación, como una descarga eléctrica. ¡Maldita medusa!

sábado, 1 de septiembre de 2012

APUNTES DEL VERANO 2012 (I)


Una familia de geometría variable

Al comenzar mis vacaciones playeras, Radio Mochuelo (o sea, el portero de la urbanización) ya me lo había advertido con una enigmática sonrisita:
-Tiene usted nuevos vecinos en el piso de arriba.
Yo no suelo prestar demasiada atención a los cuatro o cinco partes diarios que emite el diligente y voluntarioso informador con el ánimo de crear un positivo espíritu comunitario (“Los vecinos del 1ºB consumen muy poco agua; yo creo que ni se duchan”; “Los del ático C reciben a gente muy rara. Seguro que son nudistas y sólo se visten para disimular”). Tampoco la información sobre mi nuevo vecino me interesó demasiado, aunque la recordé frecuentemente: el ruido de pisadas en el apartamento de arriba era permanente, de día y de noche; por la escalera se veía un continuo trasiego de niños, siempre distintos… Pero, en fin, peores vecinos había tenido.
Un día coincidí en el ascensor con un desconocido de aspecto deplorable: despeinado, sin afeitar y con unas pronunciadas ojeras; la camisa y el pantalón estaban pidiendo a gritos que les dieran unas vueltecitas por la cubeta de la lavadora. Pero lo que más llamaba la atención era su chocante palidez a esas alturas del verano, cuando todos lucíamos una piel atezada que era la envidia de los pollos asados en su jugo. Tras un primer saludo, se presentó.
-Me llamo Carlos. Vivo en el 3ºA, ¿y tú?
-Encantado, Carlos, yo soy Javier y vivo debajo de ti.
-Ah, qué casualidad. Oye, creo que somos una familia algo ruidosa. No sé si te molestamos mucho.
-No te preocupes, Carlos, peores golpes da la vida. Pero, ¿dónde te metes, hombre? En quince días que llevo aquí no te he visto nunca.
-Ay, Javier, si yo te contara.
Esa es la frase introductoria de quienes te lo terminarán contando. Habíamos llegado a mi piso y, cuando salí del ascensor, él lo hizo detrás de mí.
-Subiré andando el tramo que falta. Pero te debo una explicación por las molestias que te ocasionamos.
Lo invité a entrar en mi casa y, entre trago y trago de cerveza, me contó su ajetreado verano. Tenía lo que él llamaba una familia de geometría variable, sorprendente expresión que significaba que el volumen de la tropa infantil podía oscilar entre uno y siete niños.
Carlos se había casado dos veces y sus parejas, otras dos. Cada una de esas cuatro uniones había tenido sus frutos, reflejados puntualmente en el Censo Nacional de Población. Hasta ahí, nada llamativo, eso pasa en las mejores familias. Pero mi vecino, para su desgracia, había comprado el piso en la playa y, el muy infeliz, lo había puesto a disposición de toda esa caterva infantil.
Su generosidad se vio recompensada con la presencia de sus cuatro hijos (dos con su actual esposa y otros dos con la anterior), más dos hijos de un primer matrimonio de su mujer y uno de la segunda pareja de su primera esposa. Si no conté mal con los dedos mientras él hablaba, me salían siete, y los siete, correspondiendo a la generosidad de Carlos, estaban de vacaciones en su piso.
-¿Puedes creer, Javier, que todavía, en quince días, no he podido pisar la playa ni bajar a la piscina? Así estoy de paliducho y agotado. Y todavía quedan otros quince días; no creo que sobreviva.
Dicen los físicos que el movimiento continuo no existe, pero las desdichadas vacaciones de mi vecino estaban poniendo en cuestión dicho principio.
-Horrible, Javier, horrible. Para muestra, el día de hoy, y así han sido todos. Esta mañana ya he ido al aeropuerto a recoger a H5, el hijo mayor del primer matrimonio de mi segunda mujer, que venía de Dublín. No te extrañe lo de H5; he tenido que numerarlos y ponerle un dorsal a cada uno para llevar un mínimo control. Pero continúo: después del aeropuerto he ido a la estación del tren para dejar a H4 con destino Madrid, donde pasará una semana (¡aunque volverá!) con su madre. Esta tarde, según mi agenda, tendré que recoger a H6 en un campamento infantil que hay a cien kilómetros de aquí y llevar a la estación de autobuses a H2, que ahora mismo ni sé quién es ni tengo puñetera idea de a dónde va. En estas circunstancias no es raro que un día apareciera en mi casa un niño sin dorsal al que había secuestrado no sé en qué aeropuerto o en qué estación; o que el sábado pasado se me perdiera H1 (apareció por la noche, cuando extendimos las camas plegables: se había quedado atrapado en una de ellas).
-Gracias, Javier -terminó-, esta es la primera cerveza que puedo tomar tranqui... ¡¿Tranqui-quéeee?! ¡¡¡Pero si son ya las siete y el campamento de H6 está a más de una hora de aquí y el autobús de H2 ya habrá salido!!!


sábado, 21 de julio de 2012

APUNTES DE UN VIAJE POR EL NORTE DE ITALIA



Aquí, un turista

Yo sé que algunos me retirarán el saludo (o casi, ¿verdad, R.B.D.?), pero estoy obligado a declarar, como si estuviéramos en una reunión de Turistas Anónimos: “Me llamo Javier y soy turista”

¿Cómo se llama la gente de Como?

Protegidos de las llamas caniculares del calibre 38 (grados a la sombra) gracias al aire acondicionado de una trattoria, mientras en el exterior las aguas del Lago de Como están al borde de la ebullición, unos amigos y yo, en perfecto e inmejorable estado de aplatanamiento físico y mental, intentamos adivinar cuál es el gentilicio de los habitantes de esta ciudad: ¿comodoro, comodín, comodón, comositalcosa…? Desde una mesa contigua, un nativo ilustrado pone sus puntos sobre nuestras íes: “Actualmente, los habitantes de Como nos llamamos comascos, pero el primitivo gentilicio era comense”. Ante ese golpe disuasorio de ciencia, la galbana nos impide reanudar nuestra tormenta de ideas.

La casa de Julieta

El lugar más visitado de Verona es la casa de Julieta. Parece ser que allí vivió una persona que nunca existió: la fantasía de los italianos no tiene límites. Menudo filón para las empresas turísticas; cualquier día nos ofrecerán un viaje que no es viaje al País de las Maravillas y nos enseñarán la casa de Alicia con el Gato de Cheshire disecado encima del aparador.

El glorioso idioma español

Zapeando en el televisor del hotel de Bolonia encuentro dos cadenas que emiten en español. En una de ellas, venezolana, Hugo Chávez intenta imitarse a sí mismo; la otra es la más zafia, vulgar y “arsa la grasia, mi arma” de nuestro país: la autonómica de Andalucía, Canal Sur. ¡Vaya embajada cultural en el mundo a través de nuestro idioma!. Abochornado como español y como andaluz, me duermo plácidamente arrullado por la voz de la presentadora de un canal japonés.

La frecuencia de las cosas, o las cosas de la frecuencia

El guía de una excursión decide utilizar técnicas más modernas que el grito desaforado, y nos cuelga del cuello un pequeño receptor, metiendo sin compasión un pinganillo en nuestras orejas. Al finalizar las prolijas instrucciones sobre cómo funciona el artilugio y cómo se selecciona la frecuencia en la que él va a emitir, nos dice que levante la mano quien tenga algún problema con la frecuencia. Más de la mitad del grupo levanta la mano. Quizás no entendieron bien a qué frecuencia se refería.

Sobre los perniciosos efectos de la bebida

Estamos a un tiro de piedra de los Alpes, pero el calor es asfixiante y se produce la siguiente cadena de causa-efecto: el calor obliga a beber mucho líquido para refrescarse; esa abundante ingestión ha de evacuarse; al estar los lugares que visito en temporada turística alta, las colas de angustiadas usuarias en las puertas de los lavabos son kilométricas. Yo tomo nota de mis observaciones para un ensayo que algún día no escribiré sobre la solidaridad y la convivencia urinarias de las mujeres. 

domingo, 8 de julio de 2012

EL ANIVERSARIO



El pasado día 15 de Junio se celebró por todo lo alto el 35 aniversario de las primeras elecciones democráticas de la transición política española. Nuestra moderna y ejemplar democracia recordó tan feliz acontecimiento con una fiesta que se desarrolló, más o menos, así:

¡Pasen señoras y señores, pasen! El espectáculo ha comenzado, pero todavía hay fiesta para rato. ¡Adelante, pueblo soberano! No hay que pasar por taquilla, la entrada es gratuita. Se está celebrando el combate estelar conmemorativo del trigésimo quinto aniversario de las primeras elecciones democráticas. (¡Niño, a la cola!).
Para celebrar el clima de entendimiento conseguido gracias a nuestra madura democracia, los poderes del Estado se han dado cita en el cuadrilátero dispuestos a dialogar todos contra todos: jueces, fiscales, políticos, periodistas… Todos contra todos.
¿Cómo terminará la pelea? (¡Caballero, deje el botijo en el guardarropa!). La emoción se palpa en el ambiente. Vean cómo se enzarzan entre sí dos conocidos políticos, mientras un periodista golpea por la espalda a uno de ellos. ¡Aquí vale todo, señoras y señores! Un fiscal agarra por el cuello a otro fiscal que le estaba metiendo un dedo en el ojo a un juez que estaba insultando a un diputado que estaba hablando por el móvil con un comisionista. (¡Señora, cuidado con la abuelita!). No dejen de admirar la energía de los contendientes. Qué contundencia, qué gran espíritu  competitivo para demostrar quién dialoga más fuerte. Un periodista acaba de dejar fuera de combate a un alcalde con un golpe de elocuencia en el bajo vientre. ¡Qué maravillosa exhibición de retórica, señoras y señores! Un ministro obliga al director de un periódico a tragarse su Libro de Estilo y un número atrasado del Boletín Oficial del Estado, mientras un político de la oposición le encasqueta al ministro los auriculares de un MP4 para que oiga una tertulia radiofónica sobre la cortesía parlamentaria en el nuevo marco de entendimiento y diálogo. Es una lucha sin cuartel, ¡no se puede pedir más! Se dialoga sin descanso; en los rincones del cuadrilátero, los asesores personales de cada contendiente ofrecen sus servicios, pero nadie se quiere sentar en el banquillo. Los observadores del parlamento alemán, desde la primera fila, sonríen satisfechos porque comprueban que los españoles son capaces de defender sus principios con uñas y dientes y así se lo comunicarán a la señora Merkel.
Advertimos al respetable público que todavía está en la cola, que alguna de las escenas del combate pueden herir su sensibilidad, pero ¡atrévanse, señoras y señores! ¡Sorpréndanse con lo que puede dar de sí nuestra madura democracia! ¡No lo piensen más! ¡Pasen, señoras y señores!

jueves, 28 de junio de 2012

YO PUSE UN HUEVO EN LA MESA DE UN DIRECTOR DE BANCO


Se dice que el sentido del humor permite ver el mundo desde una perspectiva diferente, lo cual tiene un efecto creativo (permite ver lo que usualmente no se ve) y distanciador (nos aleja de los problemas para verlos desde fuera). Otro día hablaré un poco más de esta cuestión, pero hoy toca contar una historia profesional vivida en primera persona, en la cual el sentido del humor jugó un papel decisivo.
Mi vida transcurría plácidamente como director comercial de una empresa navarra de tamaño medio muy bien posicionada en el mercado. Un día me llamó el presidente del consejo de administración para darme una buena noticia y una mala noticia. La buena era que me ofrecía el puesto de director en una empresa cuya adquisición estaba a punto de formalizar. La mala, que dicha empresa estaba en una situación próxima a la quiebra y mi misión sería reflotarla. El insensato que esto escribe dijo que sí, mi amo, y que gracias, presidente, y dos meses después ya estaba viviendo en Alcalá de Henares haciendo una relación de bancos a los que pedir los créditos necesarios para levantar vuelo.
Aunque en aquella época yo no sabía demasiado sobre crisis, en dos tardes me convertí en un experto… en depresiones. Era el año 1975; la agonía y muerte de Franco tenían casi paralizado el país y la llamada primera crisis del petróleo, de dos años antes, todavía seguía azotándonos duramente. Y yo con estos pelos.
El primero que elegí era un banco industrial situado en un impresionante edificio de Madrid, del siglo XVIII, próximo a la Puerta de Alcalá. Al cruzar la puerta de la calle empecé a acoquinarme y mi estatura disminuyó varios centímetros. La sala de operaciones tenía un tamaño parecido al de un campo de fútbol y el suelo y las paredes estaban revestidos de un deslumbrante mármol blanco. El espacio inspiraba tal respeto a propios y extraños que todos, clientes y empleados, hablaban casi en susurros.
El tránsito para llegar hasta el director, después de subir por una escalera regia y varios despachos de secretarias, empequeñeció más aún mi ya mermada estatura.
El despacho de dirección, al que se accedía por una puerta de tres metros de altura, daba a la calle a través de varios ventanales, pero unos gruesos cortinajes lo sumían en una inquietante semipenumbra. Avancé por una mullida alfombra, en la que, como le ocurría con frecuencia al detective Marlowe, casi me hundía hasta los tobillos. El mobiliario era pesado, oscuro y brillante.
El director y el jefe de riesgos me recibieron con una severa cordialidad y me invitaron a sentarme en un lado de una inmensa mesa rectangular de reuniones, sentándose ellos frente a mí. Tras unas frases banales para romper el hielo, comenzó un interrogatorio intenso, con muchas pausas en las que tenía que soportar unas miradas inquisitoriales que me atravesaban de parte a parte. Media hora después la tensión estaba a punto de derrumbarme, el sudor inundaba mi espalda y mis respuestas empezaban a ser embarulladas. Estaba perdiendo la partida. De pronto, y por un extraño e incomprensible mecanismo mental, me acordé de una divertida obra del teatro absurdo de Ionesco titulada “Jacobo o la sumisión y el porvenir está en los huevos”, y se me ocurrió una idea propia de Ionesco: ¿qué pasaría si ahora yo me subiera encima de esta mesa tan brillante, me bajara los pantalones, me agachara en cuclillas y, cacareando, pusiera un huevo? A pesar del esfuerzo que tuve que hacer para contener la risa al imaginar la disparatada escena, noté una relajación general de mis atenazados músculos, mis neuronas se reencontraron y las cosas cambiaron a mi favor: estuve distendido, ocurrente y, sobre todo,  convincente. Conseguí una generosa línea de crédito, y la relación con aquel banco se mantuvo durante muchos años.
Cuando llegué a casa aquella noche escribí un relato breve, extraviado en alguna mudanza, en el que el protagonista ponía realmente un huevo encima de la mesa y, con el crédito obtenido, montaba una granja avícola en la que él, además de propietario-director era el maestro ponedor, encargado de enseñar a las gallinas a poner huevos. No era tan absurdo Ionesco: el porvenir está en los huevos.

viernes, 22 de junio de 2012

EL DÍA MUNDIAL DE LOS DÍAS MUNDIALES



Los mortales corrientitos, entre los que me cuento, conocemos la existencia, como mucho,  de una docena de Días Internacionales o Mundiales: de la Cruz Roja, del Cáncer, de la Madre, del Padre, del Niño, de la Mujer, de los Enamorados… y pare usted de contar, pero acabo de enterarme de que, a lo largo del año, hay unos doscientos “Días Mundiales (o Internacionales) de…” Sí, han leído bien: doscientos. Invito a los incrédulos a consultar dicha guía entrando en el enlace que hay por ahí abajo.
A mí me merecen un gran respeto las personas o los colectivos que quieren trasladar al mundo sus inquietudes, sus preocupaciones o sus sufrimientos solicitando, aunque solo sea un día al año, la solidaridad, el recuerdo y, en algunos casos, la ayuda, y admiro el inmenso esfuerzo que tienen que realizar ante autoridades, instituciones, medios de comunicación, y vaya usted a saber ante qué cantidad de burócratas, hasta que lo consiguen.
La guía a la que me estoy refiriendo merece recordar la frase “Hay gente pa to”, atribuida a Rafael Gómez El Gallo cuando se enteró de que Ortega y Gasset, a quien acababa de conocer, era filósofo. Junto a celebraciones que podríamos considerar justas y necesarias, aparecen otras tirando a pintorescas: Día de la Rabia (28 de septiembre): ¿la humana o a la canina?; Día de no Comprar Nada (último sábado de noviembre), que muchos cumplirán más por necesidad que por solidaridad, porque el sueldo, cuando lo tienen, difícilmente les llega hasta fin de mes; Día de la Usabilidad (3 de noviembre), sin que el diccionario de la RAE nos diga qué es eso; Día de la Corrupción (9 de diciembre), que nos deja en la duda: ¿ese día es el recomendado para corromper, para corromperse o para felicitar a los corruptos?; Mes Mundial de la Esterilidad (junio): los que inventaron esto no se conforman con un día, y nos invitan a estar un mes entero luchando contra la esterilidad…
He querido hacer a un punto y aparte para destacar las joyas que coronan la guía: El 25 de mayo, coincidiendo con el Día de la Toalla (?) es el Día del Orgullo Friki, y el 4 de febrero, el Día del Orgullo Zombi.
El primero de ellos se celebra desde el año 2006 en España mediante diversos actos conmemorando el estreno de la película “La Guerra de las Galaxias”, que, por lo visto, es algo así como el Antiguo Testamento del friki practicante.  El año 2008 comenzó a celebrarse Estados Unidos y  México, y el 2009, en Canadá. También desde 2009 tiene lugar La Semana Friki de Logroño (el Frikoño), con diversas actividades de literatura freak, cine de la misma cuerda, proyección de los peores videoclips de la historia, un concurso de disfraces con el codiciado premio llamado El Frikoñito…
La comunidad friki pretende ser más seria de lo que aparenta con sus actividades y se resiste a que cualquier “pringao” extravagante de tres al cuarto ostente y banalice un título del que se siente orgullosa.
El Día del Orgullo Zombi también nació en la oscuridad de las salas cinematográficas. En este caso, su película icónica es la de George A. Romero “La noche de los muertos vivientes”. Aunque el día oficial es el 4 de febrero, lo cierto es que las celebraciones se extienden anárquicamente durante todo el año, a gusto, en cada sitio, de los zombis locales, que son muy suyos y no respetan nada. En Madrid, por ejemplo, el día 16 de abril tuvo lugar la 6ª  edición de la Marcha Zombi. Los muertos vivientes ocuparon las calles y no ha quedado constancia de dónde se escondieron, mientras tanto, los vivos murientes.
Yo creo que, con esta abundancia de Días Mundiales (a los que hay que añadir los nacionales, los locales, los religiosos…) es imposible solidarizarse con tantas cosas; la solución que propongo es que todos esos días se concentren en uno solo, que podría llamarse “Día Mundial de los Días Mundiales”. Alternativamente, en el caso de que el funcionario internacional que tiene que aprobarlo no lo haga, yo aumentaría el tamaño de la Guía con nuevas aportaciones: El Día Mundial sin Días Mundiales, El Día Mundial de los Necios sin Fronteras, El Día Mundial sin Pisar Cacas de Perro; El Día Mundial de Políticos Callados… ¿Y usted, tiene alguna propuesta?

Se puede consultar la Guía pinchando en este enlace:

domingo, 3 de junio de 2012

LOS ACADÉMICOS TIENEN LA LENGUA SUCIA



Dedicatoria:
A José Luís Gómez, hombre de pro [-vincia de Huelva], hoy académico de la lengua y celoso guardián de la misma, para que, recordando aquellas veladas locas a las que él también se asomaba, no me retire el saludo y, ya de paso, tampoco a Ricardo.

Hace unos días, en polvorientos archivos casi olvidados encontré una hoja suelta que me quitó varias décadas de encima o me las puso, no estoy muy seguro. Era un fragmento, a mitad de camino entre la reliquia y la pieza arqueológica, de un proyecto con el que Ricardo Bada (1) y yo, en aquellas madrugadas casi tan jóvenes como nosotros mismos, aunque siempre cortas, de nuestros veranos en Huelva, en las que exprimíamos a tope el hemisferio cerebral derecho, donde, según los neurólogos, se aposenta la creatividad, pero vaya usted a saber, decidimos un día echarle un pulso a la Real Academia Española de la Lengua creando un diccionario alternativo titulado “Los académicos tienen la lengua sucia”, y subtitulado “Definiendo, que es gerundio”. La influencia de Ramón Gómez de la Serna era reconocible, y los surrealistas nos abducían de vez en cuando.
En el fragmento ahora encontrado aparecen varias docenas de definiciones de aquel diccionario, algunas de las cuales tengo el gusto de orear hoy al sol de este diario diurno, con algún añadido de última hora. En tres o cuatro, recuerdo y reconozco la autoría de algunos amigos que quisieron apoyarnos en nuestro glorioso viaje ascendente a la cima de la filología hispánica. Las entradas del diccionario aparecen, como es natural, en orden analfabético.

  • Fantasma: Sábana motorizada con tracción a cadena.
  • Bostezo: Bocado al aire.
  • Suspiro: ventoseo del alma.
  • Pasión: Amor acatarrado.
  • Fórceps: Objeto que nos trae al mundo entre paréntesis.
  • Batería: Gamberro de la orquesta.
  • R.I.P.: Eslogan publicitario del más allá.
  • Cigarrillo: Antorcha olímpica del ocio.
  • Náusea: funicular del asco.
  • Alcachofa: Encuadernación rarísima.
  • Tos: Portazo de la garganta.
  • Calendario: Reloj que anda despacito.
  • Espeleólogo: Hombre rana de secano.
  • Pesadilla: Terremoto de los sueños.
  • Alta comedia: Comedia escrita en tres actos para que la primera actriz pueda lucir tres vestidos diferentes.
  • Berenjena: Planta que las pasa moradas.
  • Vergüenza: (Una cuestión previa: ¿existe?).
  • Vergüenza: Eso que se siente la primera vez.
  • Gafas: Parabrisas del alma.
  • Bigote: Parachoques de los besos.
  • Latido: Hipo del corazón.
  • Cactus: Planta que sirve para creer que sabemos latín.
  • Suicidio: Muerte a la carta.
  • Celos: Instinto de conservación de la vanidad.
  • Cocodrilo: Lagartija que ha leído a Nietzsche.
  • Telescopio: Supositorio del firmamento.
  • Margarita: Flor veleidosa que unas veces dice que sí y otras, que no.
  • Gastronomía: Cara refinada de la nutrición.   
  • Erotismo: Cara refinada de la pornografía


(1) Mi amigo de toda la vida y hermano en muchas cosas, Ricardo Bada, es un periodista y escritor onubense afincado en Colonia, pero, sobre todo, un tipo política y refrescantemente incorrecto y, dicho sea en plan fino, un irredento tocanarices (yo sé que él no se reconoce en este perfil; pues que se fastidie). Os invito a que os asoméis a vuestro buscador de cabecera y rastreéis en las muchas entradas que vais a encontrar de él. Para mayor comodidad, os adjunto el enlace con uno de los blogs donde publica asiduamente.

                                                         http://blogs.elespectador.com/ricardobada/autor/

viernes, 18 de mayo de 2012

EL ENIGMA DE LA PIEZA SOBRANTE DE IKEA



Dedicatoria:
A los millones de héroes anónimos que compraron un mueble en IKEA con la esperanza de poder entender el manual de montaje y la ilusión de llevarlo a buen fin sin que les sobraran piezas.

El asunto no admite marcha atrás: voy a escribir un best seller de éxito mundial. Las decisiones más importantes ya están tomadas: la novela tendrá 800 páginas y las primeras ediciones, con tapa dura, se venderán a 25 euros. La edición de bolsillo, que se lanzará nueve meses después, se encajará en unas 650 páginas a un precio de 17 euros. Los derechos para hacer la película y, posteriormente, la miniserie televisiva, serán negociables con la única condición de que el personaje principal no lo interprete Javier Bardem, salvo que jurase o prometiese que su madre no asistiría al estreno para montar el numerito con la pancarta. Todo está muy estudiado; solo falta rematar algunos flecos secundarios: escribirla, decidir la editorial, etc.
He estudiado muy a fondo los best sellers que han alcanzado de manera sostenida los primeros puestos en las listas de ventas para identificar y aplicar sus características más constantes y reiteradas.
Todos ellos gravitan en torno a un objeto, normalmente de contenido religioso, que una serie de sociedades secretas buscan o protegen o intentan destruir: el Santo Grial, el Arca de la Alianza, la Sábana Santa, el Lignun Crucis, un pelo de la barba del Profeta, una tumba faraónica… El primer gran hallazgo de mi novela es que el objeto central tiene una naturaleza laica: está constituido por las piezas que siempre sobran y que no encajan en ningún sitio, cuando ya se ha dado por terminado el fatigoso esfuerzo de montar los muebles de IKEA: un estante del armario, una rueda del carrito, una pata de la mesa, un aspa del ventilador, un trozo de tabla de dudosa utilidad…  El protagonista intuye que debe de haber algo más que casualidad cuando, sistemáticamente, ocurre tal cosa. La novedad de mi novela estriba, pues, en el carácter no religioso del objeto, lo cual no evita que, al menos, haya que revestirlo de un aura esotérica: observando minuciosamente esas piezas, se descubren en ellas unos arañazos que, aunque en principio parecen provocados por un trato descuidado en el almacenaje o en el transporte, se sospecha que forman parte de un mensaje cifrado que solo se completará cuando se hayan podido encontrar todas las piezas sobrantes en los montajes de los muebles del famoso fabricante sueco.
El protagonista que ha descubierto el asunto acomete la ingente tarea de recoger y almacenar todas esas piezas valiéndose de sus habilidades para entrar en el sistema informático de IKEA y seguir la pista del medio millón de muebles diarios que vende en todo el mundo. El esfuerzo es titánico, pero lo más grave es que hay un grupo que trata de impedirlo. Esa es otra de las características irrenunciables en un best seller que se precie. Hasta ahora, los grupos en la sombra que actuaban en las novelas de mayor éxito eran los Templarios, el Opus Dei u otros varios de corte masónico o mafioso. También era imprescindible que se descubriera que Leonardo da Vinci había dejado pistas ocultas en alguno de sus cuadros y Mozart, declarado masón, en sus composiciones. No me importa desvelar que una de las muchas genialidades de mi novela será que la sociedad secreta que trata de encontrar el almacén donde se guardan las piezas es el Fútbol Club Barcelona. El protagonista descubre que su imagen pública de club de fútbol es una tapadera, y la frase “El Barça es más que un club”, la contraseña secreta de identidad de sus miembros. También descubre, al avanzar en la investigación, que el modelo que le sirvió a Leonardo para pintar la Mona Lisa fue Johan Cruyff, y la ópera de Mozart que más simbología masónica contiene, “La flauta mágica”, se tituló originariamente “El pito mágico”, en clara referencia al silbato de los árbitros.
El final de la novela no lo voy a contar, Quien quiera conocerlo, que pase por caja. Me voy a forrar. A ver si mañana tengo un rato libre y la escribo.

lunes, 7 de mayo de 2012

CARTA DE UN CADÁVER CIVIL AL DEFENSOR DEL PUEBLO



Respetado Señor:
Me llamo Buenaventura Grande y Grande, nombre que me ha acompañado desde que nací, y no sé para qué. He estado dudando hasta el último momento si enviarle esta carta a usted, al juez de guardia o al psiquiatra de cabecera, pero creo que usted es, ya, mi última esperanza.
Una vez que me dirigí al psiquiatra debí de pillarle en un mal día y, apenas llevaba una hora  contándole mis problemas, se dirigió a la puerta y dijo: “Que pase el siguiente”. El juez, por su parte, cada vez que le llamo para decirle que soy un cadáver civil, me contesta que él solo va a los sitios para levantar cadáveres de los de toda la vida, que por un cadáver civil no se iba a molestar y que me levante solo.
Porque de eso se trata, señor: soy un cadáver civil. No existo para la sociedad. Sin embargo, yo me veo en los espejos; miro al suelo y veo mi sombra; tengo, pues, razones de peso para pensar que existo. Pero no, no existo. Y si existo, soy invisible. No formo parte de la opinión pública. Todos los días leo encuestas sobre la intención de voto, la popularidad de los políticos, los libros leídos en el último mes, las marcas de detergentes o de tejanos… Bueno, pues ¿podrá usted creer  que nunca, nunca, han tenido los encuestadores la deferencia de preguntarme algo? Ni la hora.
Lo de las televisiones también tiene su miga. En la televisión han contado su vida, sus problemas y sus intimidades todas las personas censadas y algunas más que pasaban por allí. Todos menos yo. Quiero una oportunidad. Quiero hacer las paces con mi vecino del 3º B porque andamos un poco disgustadillos por una tontería. Verá usted, su perro se hizo caquita en el descansillo de la escalera, delante de mi puerta, y yo metí la caquita en su buzón de correos y después estuvimos un rato recordando, alternativamente, a los antepasados del otro. Un disgustillo, oiga, y yo quiero que hagamos las paces en televisión, como todo el mundo.
También quiero ir a esos programas que hay de amores desgraciados para pedirle públicamente a mi santa institución, o sea, la Engracia, que se ponga un liguero negro el sábado por la noche, porque, cuando se lo pido en la intimidad, asoma los rulos del pelo por encima del Hola y le dice a la Princesa de Asturias: “¡Vaya curda trae hoy el Casanova, Letizia!”
No quiero cansarle más, señor. Solicito su amparo para que la sociedad sepa que existo. Para conmoverle y convencerle he dejado para el final el detalle de la más refinada crueldad: mire usted si me dan poca importancia, que soy el único habitante de este país al que Garzón nunca le pinchó el teléfono cuando hablaba con su abogado.
Siempre a sus pies, su seguro y muy humilde servidor. 

miércoles, 25 de abril de 2012

TU SERENATA DE SHUBERT



Esta mañana, sin saber por qué, me vino el recuerdo de un día muy lejano
en el que, con tu música, me hablaron tus sentimientos. Hasta ese día la Serenata de Shubert me había parecido de un romanticismo un poco empalagoso, pero al oír en aquel tocadiscos renqueante un viejo vinilo con la versión para piano y violín, me sonó con un encanto muy especial, con una gracia insospechada y un valor añadido que nunca pudo soñar su autor. Me dijiste que aquella música, de no haberse adelantado Shubert, la habrías compuesto tú. Lo dijiste con un poco de timidez, como temiendo una burla por mi parte. Pero yo, bien lo sabes, allá donde estés, si guardas, como yo, algún vago recuerdo de aquel día, no me reí. Lo que quizás no sepas es que el respeto casi reverencial con que la escuché no era fingido. La Serenata estaba sonando en mis oídos, en aquel instante, como algo nuevo. Tu pueril confesión hizo que la sintiera como nunca hasta entonces. Porque en ella te veía a ti. Y estaba convencido, completamente convencido, de que aquella música era tuya, que aquella música eras tú.


Para oír la música que da título a esta entrada, conecta los altavoces y pincha en el enlace (duración: 2,45 minutos)